Y pese a todo, avanzamos
En una década, Perú soportó siete presidentes, el peor manejo de la pandemia del mundo, la economía devastada por Martín Vizcarra más que en la Guerra con Chile y el gran saqueo: el caso Lava Jato, urdido entre Odebrecht y la élite constructora. Pero el Perú siguió “cantando al sol como la cigarra”, parafraseando a María Elena Walsh en la canción que Mercedes Sosa convirtió en himno latinoamericano de resistencia. Aquí debería serlo frente a quienes buscan una Constituyente que borre lo que nos sostiene: el mismo modelo que en su segundo gobierno permitió a Alan García reducir la pobreza en 20 %, sacando a millones de la miseria. Y que nos permite crecer más de 3 %, cuando otros países siguen encogiéndose.
La economía peruana es de las más sólidas de la región pese a la fragilidad política. Nada ha fisurado la arquitectura nacida con la Constitución de 1993, C93, que consagró el libre mercado y la independencia del BCR, prohibiéndole financiar al gobierno. Lo que pareció un detalle técnico fue la piedra angular para superar la hiperinflación del 7 600 % en 1990, consolidar la disciplina monetaria y fijar el control inflacionario como mandato. Así nació el hoy llamado ‘sol suizo’, una moneda que resiste como ninguna otra las tormentas políticas. El modelo adoptó la ‘flotación sucia’: el mercado define el valor del sol y el BCR solo interviene, eventualmente, comprando dólares para suavizar los golpes. Para ello cuenta con más de 75 000 millones de euros en reservas internacionales, casi el doble que Argentina, pese a que esa economía es tres veces mayor que la peruana.
Esa solidez que atrae inversión sostiene megaproyectos que ponen al Perú en las grandes ligas: el megapuerto de Chancay, conector de América y Asia; la Línea 2 del Metro de Lima, que transformará la vida de millones; y el nuevo aeropuerto Jorge Chávez, que aspira a ser hub regional. A ello se suman las Zonas Económicas Especiales Privadas (ZEEP), creadas por el Congreso, con incentivos fiscales agresivos —incluido impuesto cero por cinco años— para atraer industrias de alta tecnología y generar miles de empleos. Todo ello respaldado por una población joven, en su mayoría menor de 35 años, y con tasas positivas de natalidad. Y no olvidemos nuestra megadiversidad, los inigualables atractivos turísticos, basados en la historia, los paisajes, monumentos y gastronomías, amén de nuestro despegue como país agroexportador.
¿Cómo cambiar la otra cara de la moneda? Cajamarca produce el 25 % del oro y recibe miles de millones por canon, pero concentra 16 de los 20 distritos más pobres. La corrupción roba 23 000 millones de soles al año y la informalidad condena al 70 % de los peruanos. La solución pasa por repensar el canon: entregarlo directo a las familias, como planteó Keiko Fujimori, para que la riqueza no siga hundiéndose en burocracias, obras inútiles y corrupción.
Abandonar el modelo de la Constitución de 1993 nos devolvería a la hiperinflación y la pobreza creciente. El reto no es destruirlo, sino perfeccionarlo para que la riqueza se traduzca en bienestar para todos.
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