¡Y los cerros bajaron!

No fue el cada vez más errático almirante Montoya aquel de la desafortunada frase “y los cerros bajarán” para saquear Lima. En realidad, el primero que lo dijo fue hace un tiempo el primer ministro Aníbal Torres cuando se refirió a que, si la oposición seguía con su agenda vacadora, lo cerros bajarían y correrían ríos de sangre. Pues los cerros bajaron el último martes 5 de abril, pero no para defender al agónico gobierno de Castillo, sino para darle la estocada final a través de una desobediencia civil a un confinamiento general que el Presidente intentó poner a Lima y Callao entre gallos y media noche, en simple: un secuestro masivo. Decía yo hace una semana en esta misma columna que luego del triunfo de Castillo en el Congreso y la derrota del segundo intento de vacancia, se abría una gran oportunidad para el gobierno de asentarse con miras al 2026.

Nadie podía imaginar que esa misma semana estallaría en Junín, epicentro mismo del poder de Cerrón y Perú Libre, la revolución que tanto esperaban, pero no contra la oligarquía, sino contra el “gobierno del pueblo”. Desde esa fecha ya van ocho muertos en un intento de restablecer el orden público que el antiguo sindicalista siempre trató de trastocar. El paro de transportistas, al mismo estilo que el que derrocó a Salvador Allende en Chile, se expandió a otros sectores, haciendo explotar una olla a presión que se venía concentrando desde el mismo día en el que Castillo, su familia, sus paisanos y compadres tomaron las riendas del gobierno en un frenesí de escándalos de corrupción que no termina. Cuando un gobierno pierde la autoridad y el respeto es el fin. Este llegará inexorablemente más temprano que tarde.

El gobierno ni siquiera ha atinado a lanzarle una cabeza a la turba o a acusar recibo de que los responsables de este caos general tienen que salir de escena. Como Castillo se aferra a la presidencia, lo lógico era que licenciara al gabinete, empezando por Aníbal Torres, ¡admirador de Mussolini y Adolfo Hitler! Pero todo parece indicar que este es el último gabinete posible en ejercicio, pues a estas alturas es casi imposible que alguien se anime a formar parte de un gobierno fantasma que, además, puede terminar violentamente. No hay otra razón que explique por qué después de ocho muertos y el desgobierno total, además de las protestas generalizadas en todo el país el gabinete continúe en pie como si todavía fuese un interlocutor válido. Las medidas para afrontar la crisis económica que vive el país por la ineptitud del gobierno terminarán por agravarla. El aumento del sueldo mínimo vital dispuesto por la inepta e ideologizada Betssy Chávez no hará más que fomentar la informalidad en un país donde más del 70% ya lo es. Eso significa más despidos y hambre.

La última carta del gobierno es invocar a una constituyente como salida a la crisis política, pero ese truco es un albur porque a la gente que le aprieta el bolsillo es difícil que comprenda cómo una nueva constitución solucionará sus problemas inmediatos. Y en cuanto a la oposición sigue en la luna. ¿No le corresponde acaso plantear una moción de censura al gabinete Torres? ¡O tienen miedo de gastar su “bala de plata”! De esto se sigue que la crisis es total y que lo mejor es que haya nuevas elecciones generales, pues ni el gobierno ni la oposición en el Congreso dan la talla para dirigir el país.

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