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“Vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino”

Fecha Publicación: 10/08/2019 - 20:40
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Queridos hermanos, nos encontramos ante el Domingo XIX del Tiempo Ordinario. ¿De qué nos habla la Palabra de Dios en este día? Dios a través de su escritura nos hace una pregunta: ¿Quieres entrar al Reino de los Cielos? ¿Quieres gozar del Reino de los Cielos, aquí en la tierra? El libro de la Sabiduría en la primera lectura, nos da una respuesta: “La noche de la liberación les fue preanunciada a nuestros antepasados, para que, sabiendo con certeza en qué promesas creían, tuvieran buen ánimo. Tu pueblo esperaba la salvación de los justos”. Esa noche representa la sociedad consumista actual en la que vivimos y en medio de esa oscuridad se nos presenta la liberación, que es Jesús de Nazaret. “Los piadosos hijos de los justos ofrecían sacrificios en secreto y establecieron unánimes esta ley divina: que los fieles compartirían los mismos bienes y peligros, después de haber cantado las alabanzas de los antepasados”; hermanos, esta es la comunión de los santos quienes rezan por nosotros. Damos respuesta a esta lectura con el Salmo 32: “Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo”.

Somos ese pueblo que aguarda al Señor, Él es nuestra esperanza y auxilio en los momentos más difíciles de nuestras vidas. La segunda lectura es de la carta a los Hebreos y nos dice: “La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve. Por la fe obedeció Abraham a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas, y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Con fe murieron todos estos, sin haber recibido las promesas, sino viéndolas y saludándolas de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo.”. ¿Qué garantía tiene tú para esperar en Dios? Hermanos, los cristianos si sabemos hacia dónde vamos: al Cielo. Esa es la tierra que Dios nos ha prometido y por la que aguardamos. Y ese arquitecto al que hace referencia la Palabra es Dios, quien gobierna nuestras vidas. Somos peregrinos en esta tierra, el significado de parroquia es “extranjero” y es lo que somos para el mundo, estamos llamados al Cielo.

El Evangelio de san Lucas nos dice: “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo”. Hermanos, el bien que Dios nos quiere otorgar es el Reino de los Cielos y para poseerlo sólo tenemos que hacer unas cosas: Vender los bienes, dar limosna y hacer bolsas que no se estropeen. Hermanos, te has preguntado ¿En dónde está tu tesoro? Es lo más preciado que posee o anhelas, pues ahí está tu corazón. Los cristianos estamos llamados a estar en vela, a rezar y clamar a Dios en medio de esa velada y lo escucharemos. “Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.