Volver a ver
Miércoles, media tarde. Silencio de domingo. Un cielo gris de seda opaca. En el balcón repaso una a una las fotos que hace más de cincuenta años hice en la plaza de Armas de Cusco. Tarde de fiesta con esa procesión en la que asoman y se muestran historias, ritos, cambios, permanencias en esos aún vigentes rezagos de opulencia, riqueza, rangos, privilegios y prestigios que se unen y desgranan en el riguroso protocolo de oficiantes, fieles y curiosos que anteceden y rodean la caravana de andas portadoras de antiguas imágenes veneradas que se elevan sobre flores, brillos de plata, murmullos de rezos privados que agradecen por las gracias concedidas y ruegan por favores que esperan ser atendidos. Hay calidad en los trajes populares, olor de cera caliente y no muy distante el de los platos tradicionales que se asientan con chicha y cerveza. En las gradas de la catedral, como seña de abundancia, puedo ver ese orden puesto en las naranjas que también tiene cabida en las carretillas y tableros llenos de caramelos, dulces, panes, galletas y bizcochos custodios y herederos del universo de formas y sabores, presencias vivas del alma cusqueña que no se aparta de sus divinos protectores de quienes heredó, y custodia, su condición, conciencia y energía que le permiten ser el ombligo del mundo. Viendo estas fotos, me veo, testigo, por momento partícipe, de esta celebración que guarda y ordena secretos de multitud, preferencias individuales, afanes compartidos y no pocos olvidos y atropellos
Esa tarde en el cuaderno de tapa verde perico quería encontrar la página con el listado de unas cábalas entre las que creí podría haber alguna apropiada para usar la noche del 31 en la llegada del Nuevo Año. Tenía preparado un pequeño ritual que hacía años no había vuelto a cumplir y se me ocurrió pudiera completar con la posible cábala. El cuaderno no guardaba la página, talvez la había sacado en alguna anterior ocasión. No me hizo mella. Revisar las fotos me dio oportunidad de ver lo que, como hoy, con falta de pretensión y gusto por las pequeñas miradas, manejando mis selecciones y decisiones, veía, registraba, hacia fotos que me pueden ser mucho más decidoras que los grandes ademanes. Ahí están esos sombreros blancos, las andas, la mesa con el chiri uchu y la cerveza, y en fotos que no están en la página, chullos y mantas. Fueron unos buenos largos minutos los que puse en la revisión y selección de las tres fotos que hoy están en Crónicas. Fotos que me dieron el título que sin apuro ni empujón he tomado como la cábala del 25. Volver a ver. Y lo haré, encontraré cuánto de lo hecho se mantiene en pie, guarda su interés, valor, y, fácilmente me podrá ser raíz, motor, razón de lo que compartiremos y crearemos.
coresycalana@hotmail.com
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