Vizcarra: un falso moralizador más
La historia ha demostrado que aquellos que levantaron airadas banderas de lucha contra la corrupción resultaron los más grandes pillos. Hombres sin mayor mérito que la audacia desprovista de todo marco ético, aplicaron aquel discurso demagogo y falaz que sólo sirvió para quebrar la economía, allí donde se erigió y para asegurar el control del poder más allá de los límites que constitucionalmente les correspondían.
Fujimori atacó a los partidos políticos acusándolos de tropelías que nunca se probaron, mentiras inventadas por la maquinaria mediática que compró Montesinos en la salita del SIN. Muchos aplaudieron, otros recibieron en silencio dinero directo de las manos del asesor, a través del Estado –Osiptel a Álvarez Rodrich– o consultorías por asesoría a sus candidatos, como la hoy antifujimorista Rosa María Palacios de parte de Hurtado Miller. Luego todos contemplamos, video tras video, cómo la dictadura compraba conciencias y envilecía las instituciones.
Fuera del Perú, en Venezuela, el ya fallecido dictador Hugo Chávez también cargó contra la clase política institucional y prometía la venganza popular contra los partidos que habían gobernado; hoy los frutos de la monstruosidad que este construyó ha dejado al país llanero en ruinas, en crisis humanitaria y con un éxodo de millones. Maduro, un genocida ignorante, es su legado.
En estas horas difíciles para el país contemplamos la implementación del mismo discurso aparentemente de lucha contra la corrupción de parte de un falso moralizador más: Martín Vizcarra.
El Presidente cargó sistemáticamente contra el Parlamento, pero ha sido básicamente para dominarlo y controlarlo, cuestión que casi ha logrado. Busca constituir una mayoría de tránsfugas para que lo respalde en todas sus maniobras.
El mandatario accesitario atacó con euforia al expresidente del Ministerio Público para tomar el control del mismo, desde determinada circunstancia busca impunidad para sus 47 procesos penales y extender esta protección a sus aliados. A la vez que, con marionetas fiscales, busca eliminar a toda oposición democrática.
Vizcarra no solo ha sido proveedor de Odebrecht para Interoceánica –relación que ha negado con una mentira gigantesca–, sino que ha sido apoderado de Graña y Montero, que es casualmente la aliada más leal que ha tenido la corrupción de Lava Jato en Perú. Ambas están habilitadas para seguir contratando con el Perú. Nada es causalidad.
Hoy es aplaudido, como todos los que implementan esta estrategia, de la misma forma acabará como aquellos, sentenciado por los tribunales y por la historia. El pueblo y las calles están empezando a despertar. Se está acabando el embrujo del show y el circo. Un circo sin pan.
Enrique Valderrama Peña
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