ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

Violencia y pobreza…

Fecha Publicación: 10/06/2020 - 21:30
Escucha esta nota

Después de tantos desaciertos en la lucha contra el Covid-19 y el inevitable desborde de la capacidad de hospitales y personal de salud por el incremento de contagios y saturación de camas en los hospitales, amén de la presencia de personal cubano de salud, cuyos términos de cooperación no han sido explicados ni respecto a los costos que tenemos que asumir ni sobre los antecedentes de dicha cooperación en otros países; con nuestra gente muriéndose de asfixia por fala de oxígeno; ya solo nos queda dejar que la naturaleza haga su tarea restablezca el equilibrio cuando se transite esta larga “meseta” que nadie percibe.

Sin embargo, como el aislamiento no puede ser de largo plazo, hay que analizar el escenario al que accederemos los peruanos al salir de la cuarentena e incorporarnos a la vida social y laboral.

No encontraremos la pujante actividad económica previa a la pandemia. El Estado se ha endeudado por millones de dólares a través de la colocación de bonos soberanos, cuya deuda la pagarán las generaciones futuras, pero también se ha gastado mucho dinero del fondo de reservas acumulado durante treinta años, en cuya virtud saldremos a la calle con un Estado famélico, sin inversiones y con un sector privado muy golpeado que ha tenido que suprimir millones de puestos de trabajo, al igual que el sector público que no renovó muchos miles de contratos.

Esto significa que la gran masa de informalidad laboral y social pre existente a la pandemia se verá incrementada desmesuradamente, el comercio ambulatorio crecerá y, lamentablemente, como ya ocurrió en los ochenta, tendremos informales muy ilustrados porque miles de profesionales sin trabajo buscarán ingresos para el día a día compitiendo con la gente que estando ya en extrema pobreza ingresará a un nivel de supervivencia.

Cuando hay una masa de gente buscando trabajo, desarrollando actividades de mínima supervivencia, con hambre y en un estado de necesidad asfixiante, las mafias organizadas tienen la mesa servida y la delincuencia se enseñorea en todos los ámbitos de la sociedad. Aumentarán los asaltos, asesinatos, trata de personas, acoso sexual, violencia física y psicológica, niños abandonados, crisis de salud y alto grado de deserción educativa, entre miles de plagas más.

Este desastre ya lo hemos vivido en el Perú de los ochenta, pero los jóvenes no tienen idea de ese desastre y ni siquiera les interesa investigar.

El Estado no ofrece muchas alternativas. Los planes de acción que predica el presidente no convencen porque solo se basa en palabras sin sustento técnico ni económico y más cuando anda divorciado del sector privado y de la gran inversión minera.

En el Perú los acreedores no han aprendido a negociar tomando en cuenta los hechos de fuerza mayor y casos fortuitos que ponen en un desnivel insuperable a sus deudores que no tienen mayor capacidad de negociación.

Simplemente los aplastarán sin darles tiempo a recuperar su situación laboral y económica, de modo que la pobreza aumentará.

Los jueces no desarrollan criterios para analizar estas circunstancias de contexto al resolver conflictos en procesos que tardan muchos años en resolverse.

Está bien que el gobierno estudie y aplique mecanismos de reinicio de actividades, pero requiere más dinámica y planes de reactivación creíbles.