Victoria Guerrero Peirano y el lenguaje sobre la muerte
Mientras leía «Y la muerte no tendrá dominio» (Fondo de Cultura Económica, 2019) de Victoria Guerrero Peirano, pensaba en su valentía y complejidad. En este libro, escribe para enfrentar un penoso hecho: la muerte de su madre, Luz. Sin embargo, entiendo que la manera en la que confronta el inexorable fin de la vida no es desde la perspectiva existencialista o espiritual, sino a través del descubrimiento reflexivo que produce el lenguaje poético. La escritora nos ofrece una serie de pistas para su inquietante lectura, pues este libro está construido sobre verdades de las que uno huye, con heridas que aún sangran y otras, ya cicatriz. El lenguaje poético hermosea verdades, camufla dolores; pero el de Victoria Guerrero Peirano, en este libro, es una potente voz íntima que silencia el exterior.
Guerrero Peirano evidencia el dilema de ser hija y escritora: «Victoria va por un camino y la poeta va por otro», define. Entender que son sensibilidades distintas e inseparables es fundamental para aceptar la poderosa honestidad de sus páginas.
La muerte se aproxima a los viejos, a los que carecen de salud; ante ello nos preparamos, la comprendemos y superamos. Pero cuando la muerte va por el joven, el sano, el hijo o la hija; sorprende, afecta, ofende. Sin embargo, la muerte siempre tiene un poder devastador. Y para asimilarlo, ambas, Victoria y la poeta, «dan a luz a una pequeña niña, esa niña pequeña es su madre». Cuando niños somos cuidados por nuestros padres y cuando adultos, los cuidamos a ellos. Eterno retorno que produce la empatía con lo que escribe la poeta.
Mary Toft fue una noticia curiosa, pues fue la mujer que pare conejos. El conejo interviene la escritura de «Y la muerta no tendrá dominio». Tal vez, la figura más hermética del libro es interlocutor, acompañante, una especie de consciencia que nos recuerda la fragilidad, el dolor por el otro.
Estas son solo algunas claves para acercarnos a un libro que asegura que la muerte ya no tiene dominio.