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Víctor Raúl y el azar en la historia

Fecha Publicación: 18/02/2019 - 22:10
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“Víctor Raúl” fueron dos palabras a cuyo conjuro las masas salieron a combatir y a morir por la justicia social. Fue grito de rebeldía frente al militarismo y los oligarcas. Haya, un hidalgo provinciano de solar conocido, se identificó con los explotados y acuñó toda una teoría interpretativa de la realidad indoamericana. Es curioso ver cómo un hombre nacido en el siglo XIX sigue hegemónico en el siglo XXI. Socialmente era como Pardo o como Piérola, pero políticamente Pardo aparece como representante civilista de las minorías; y don Nicolás resulta demasiado clerical y ubicuo. Haya y el aprismo siempre aparecerán como sinónimo de la revolución y de la izquierda. La reforma agraria radical la hizo el octubrismo con el consiguiente despojo de los amos. Pero, si uno hace un sondeo entre los pudientes, más odiado es el Apra que el militarismo y más temido Haya que Velasco. Haya debió llegar en 1931 al poder. El fraude y el fanatismo cerril lo impidieron y retrasaron todo proceso agrarista, antiimperial, industrializador y desoligarquizador. No tuvimos así nuestra revolución mexicana como obra de las masas. Y apareció en Indoamérica el castrismo, que en sus inicios parecía un movimiento aprista por su presencia juvenil y su idioma que era el nuestro. Nos robó el escenario. Mientras allí liquidaban a Batista, aquí se comía con Prado. Dos personajes con nefastas significaciones para la democracia continental. Debió intentarse la postulación de Víctor Raúl en 1945 (o la de José Gálvez o la de Rafael Belaunde, personajes liberales), pero tuvimos el error de escoger a José Luis Bustamante y Rivero, personalidad antipódica a la de Haya. Jesuítica. No sabía que su poder era prestado. Un comodato concedido por el Apra. Y empezó la fisura que culminó en el ausentismo parlamentario de 1947, en el intento revolucionario de la izquierda aprista y en el golpe fascista de Odría. De allí vino el asilo y los pactos con Prado, que pese a su alteza de miras descapitalizaron popular e ideológicamente el Apra. Y si bien llegó el PAP al poder en 1985 no subió lo mismo que se había fundado en 1931. La parafernalia estaba allí juntamente con los himnos, las marchas, las jaculatorias, las tradiciones, el culto a los héroes, el culto a los muertos. Pero faltaba el espíritu fundacional, el talento genial de Haya, el heroísmo obrero de Barreto o de Arévalo y Negreiros.