«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres»

Queridos hermanos

Estamos ante el domingo tercero del Tiempo Ordinario. La primera Palabra del Profeta Isaías hace un anuncio, una profecía, de lo que Dios va hacer con el pueblo de Israel: Nos anuncia nuestra liberación. Dios, hermanos, ha vencido a nuestros opresores, nuestros demonios. Por eso decía el salmo: «El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? Él es el defensor de mi vida, ¿quién me hará temblar?» El Señor hoy nos invita a habitar en su casa, es decir, escuchar su Palabra.

San Pablo a los Corintios ya nos dice: «Dejaos de divisiones». Fijaros que lo que hemos aprendido en la pandemia son las divisiones que tenemos el uno con el otro, en las familias, en el trabajo. No sabemos convivir, vivir para el otro, porque dentro vive el pecado. Dentro de nosotros está el pecado original que necesita ser lavado, destruido; y esto se da en las etapas del bautismo. Estas Palabras nos revelan el sentido de la cruz, que es árbol de vida eterna que encontramos al descender y sepultar al hombre viejo.

El Evangelio nos hace presente para quiénes es esta Buena Noticia: para alejados, los paganos; porque no tienen pretensiones, no se creen buenos, ni soberbios, aceptan su debilidad. Escuchad lo que dice Mateo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos». Hermanos, hoy el Señor nos llama a cada uno por nuestro nombre ¿Por qué Pedro y Andrés respondieron tan rápidamente? ¿Qué vieron en Jesús para dejar todo? Eso era una revolución. Vieron un hombre auténtico, vieron al Mesías, reconocieron al Mesías.

Qué importante es dejar redes, dejar trabajo, dejar seguridades, dejar el dinero; es decir, arriesgar por el Mesías, por el Señor. Por eso, hermanos, ánimo que Dios te está llamando a lo más importante que estamos viviendo hoy: el anuncio del Evangelio. ¿Cómo anunciar el Reino de los cielos en este mundo que está cada día más asegurado por el dinero y que no arriesga nada? Dando la vida. ¿Qué enfermedades y dolencias tenemos? El pecado y el desorden que crea el demonio en el hombre, es decir, la falta de amar. Ánimo hermanos, que Dios nos quiere hacer a todos pescadores de hombres. Esto es lo que más necesita el hombre de hoy: autenticidad, verdad.

Que la bendición de Dios en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo este con vosotros.

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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