Vargas Llosa y la disciplina escritural
Mario Vargas Llosa tuvo disciplina escritural. La hipótesis de este artículo es que la disciplina vargasllosiana pudo haber adquirido hasta cuatro formas, y que por eso se convirtió en un gran escritor. Veamos.
Primera disciplina: Vargas Llosa tuvo un horario para escribir. En sus propias palabras:
“Trabajo de una manera bastante disciplinada. Escribo todos los días. Bueno, por lo menos me encierro en el escritorio todos los días, unas 6 horas, a veces unas 8 horas, depende de cómo vaya el trabajo, pero, por principio, lo hago todos los días, de lunes a sábado, casi como un oficinista… Las mejores horas para mí son siempre las primeras, cuando comienza el día, esas son las horas más fértiles, en las que trabajo mejor, después ya se me hace cuesta arriba. Nunca he podido escribir en las noches, por ejemplo. En las tardes, en las noches, lo que hago es tomo notas, reviso, preparo el trabajo del día siguiente”.
Segunda disciplina: Vargas Llosa tuvo una interacción social de escritor. Es decir, que en las tramas de su propia experiencia vital, buscó los temas para escribir: en su propio decir, aquel tema “que me ha elegido, y que yo he elegido”. En sus propias palabras:
“Los temas siempre se me han impuesto… A partir de ciertas experiencias vividas, creo que todas las historias que he escrito, desde que era adolescente hasta ahora, han nacido a partir de algo que hice, que vi, que oí, o que leí. Algo que, por alguna razón desconocida para mí, queda almacenado en la memoria, deja en la memoria unas imágenes, que luego, o inmediatamente después, o bastante después, empiezan a generar en torno de ellas un fantaseo, una especulación, una serie de conjeturas, que van, poco a poco, diseñando el embrión de una historia”.
Tercera disciplina: Vargas Llosa se documentaba. En sus propias palabras:
“Al mismo tiempo que comienzo a escribir, me documento. La documentación para mí es absolutamente fundamental, pero no hay que entender esta palabra documentar en el sentido en que la usaría un investigador, un historiador, un sociólogo. A mí no me interesa la verdad cuando estoy documentándome respecto a determinado tema para escribir una novela, me interesa familiarizarme con el mundo que voy a inventar, y ‘para familiarizarme con el mundo todo vale’, vale el conocimiento científico… los trabajos de los etnólogos, folkloristas, antropólogos, misioneros, y también los relatos, cuentos, leyendas… Esa documentación para mí es muy importante, porque constantemente me está suscitando imágenes, ideas, que incorporo a la novela. No es una documentación de tipo científico, que busca establecer una verdad, y deslindarla de un error. Es una documentación para sentir más de cerca aquello que quiero inventar”.
Y una cuarta disciplina: Vargas Llosa ha construido una teoría literaria y una técnica narrativa propias. Por ello, en sus inicios, en las décadas de los sesenta y setenta, ha escrito los libros de ensayo —y hasta se podría decir que, de texto— Gabriel García Márquez: historia de un deicidio, La historia secreta de una novela y La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary; y, ya consagrado, en la década del noventa, ha escrito, a modo de Rainer Maria Rilke, Cartas a un joven novelista.
Ahí están sus técnicas de innovación narrativa, como son los vasos comunicantes, caja china, salto cualitativo, dato escondido, narrador no omnisciente, diferente tiempo narrativo, flujo de conciencia, flashback, estructura fragmentada, realismo mágico e intertextualidad.
Mario Vargas Llosa se hizo a sí mismo un gran escritor, porque tuvo disciplina escritural.
Mira más contenidos siguiéndonos en Facebook, X, Instagram, TikTok y únete a nuestro grupo de Telegram para recibir las noticias del momento.