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Fecha Publicación: 27/10/2023 - 21:10
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Las crisis revelan la verdadera naturaleza de las personas. En estos momentos, el Perú enfrenta una recesión económica de la que se vislumbra un futuro incierto. Indiscutiblemente, el ministro de Economía y Finanzas, Alex Contreras, ha fallado en reconocer esta realidad a tiempo, quizás influido por la ilusión de dar optimismo a un entorno empresarial escéptico.
Los peruanos quizás no hayamos dominado del todo la gestión de la abundancia de recursos para asegurar su llegada a todos, pero somos expertos en navegar exitosamente en tiempos de crisis. Hemos sobrevivido la hiperinflación, derrotado al terrorismo y, a pesar de contar con un sistema de salud lamentable, hemos logrado enfrentar el COVID-19.
Entonces, ¿qué nos pone en jaque? La respuesta es sorprendente: nosotros mismos. A pesar de los avisos de fenómenos naturales como El Niño, raramente nos encontramos preparados. Las excusas son innumerables, las críticas aún más. Mientras los principales gremios empresariales han propuesto soluciones para enfrentar esta recesión y la sociedad civil organizada se prepara para asistir a quienes sufrirán los embates del FEN y la pobreza, el gobierno parece estar ensimismado mostrando como logros paliativos que ayudarán tanto como un curita en una fractura, una situación que resulta inaceptable.

La solución no puede limitarse a cambiar el gabinete, una salida típica peruana ante la crisis. Cambiar a los ministros con la esperanza de que todo mejore rara vez produce resultados y hace que siempre los ministerios estén sumergidos en una curva de aprendizaje ministerial interminable. Lo que debe cambiar es nuestra actitud y nuestra capacidad para elegir a las personas más idóneas.
Recientemente, conversé con Andrés Calderón, autor de “Verdades y Mitos de la Constitución Económica de 1993,” un trabajo patrocinado por la Cámara de Comercio de Lima. Le pregunté si el Estado promueve o protege a las pequeñas empresas, y me mostró el artículo 59 de la Constitución que establece: “El Estado brinda oportunidades de superación a los sectores que sufren cualquier desigualdad; en tal sentido, promueve las pequeñas empresas en todas sus modalidades.”
Entonces, si esto es un mandato constitucional la promoción de las pymes, ¿qué está haciendo el Estado en la práctica para respaldarlas, especialmente en medio de la recesión actual y la amenaza del fenómeno de El Niño? Más allá de los esfuerzos notables de Ana María Choquehuanca, la actual ministra de la Producción, desde el gabinete solo escuchamos propuestas de créditos suplementarios que tardarán una buena cantidad de meses en llegar de alguna forma a las pequeñas empresas, mientras que la campaña navideña está a la vuelta de la esquina y el año comercial se termina de perder.
¿Necesitamos bonos? ¿Menores tasas de crédito? Quizás, pero lo que sí necesitamos es proactividad, un cambio de perspectiva reconociendo a las pequeñas empresas como lo que son: el motor del país, no una rueda trasera en tiempos de emergencia.
Tenemos coraje, y las ganas de superar esta situación están presentes. Lo que nos falta es una dirección gubernamental más clara y efectiva.

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