“Una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados”
Hermanos, estamos en el domingo XVII del tiempo ordinario. La primera lectura es del libro de los Reyes, donde el Señor envía al profeta Eliseo pan de las primicias: veinte panes de cebada y grano recién cosechado, para dárselo a la gente. ¿Qué hago yo con esto para cien personas?, era muy poco. Sin embargo, Eliseo hace una profecía: “Comerán, se saciarán y sobrará”. Esa es la misión de la Iglesia. Nosotros tenemos muy poco, quizás muy poca formación, tal vez somos pobres en muchos aspectos. Sin embargo, Dios nos prepara como un pueblo para comer, para dar de comer, para que se sacie y le sobre, y sea feliz.
Por eso, hermanos, pongámonos a la disposición del Señor. Respondemos con el Salmo 144: “Abres tú la mano, Señor, y nos sacias. Abres tú la mano para que el hombre se sacie, para que tenga sentido su vida y tenga la experiencia de la verdad”. El Señor es justo en todos sus caminos.
La segunda lectura es de San Pablo a los Efesios, donde nos dice que debemos vivir de acuerdo a la vocación a la que hemos sido convocados. ¿A qué vocación nos ha convocado el Señor? A ser humildes, amables, comprensivos, con un solo cuerpo y un solo espíritu, un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Por eso, hermanos, debemos recuperar el sentido del bautismo que hemos recibido en la iniciación cristiana. Es entrar por la puerta estrecha, por el verdadero camino que nos lleva a la vida eterna.
El evangelio de San Juan nos dice que Jesús se marchó otra vez al lago de Galilea y le seguía mucha gente porque habían visto los signos que Él había hecho a los enfermos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús pregunta a Felipe: “¿Con qué compraremos panes para que coman estos?”. Felipe responde: “Ni doscientos denarios de pan bastarían para dar de comer a tanta gente”. Entonces, Andrés, el hermano de Simón Pedro, dice: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”. Los padres de la Iglesia han visto en estos cinco panes la Torá, es decir, la palabra de Dios. Pero, ¿qué es esto para tanta gente?
Jesús les dice que se sienten en el suelo. Es interesante porque la Pascua se celebra sentándose en lugares verdes, y había cinco mil personas. Es decir, Jesús había multiplicado la multitud por mil. El Mesías había llegado y lo multiplicó para ellos. Todos comieron y se saciaron. Luego Jesús les dice: “Recojan los pedazos que han sobrado, para que nada se desperdicie”. Y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron después de haber comido.
Esto es una lección de Dios. La gente decía: “Este sí que es el profeta que tenía que venir al mundo”. No estaban buscando un político. No, hermanos, la política no salva al hombre. El hombre se alimenta de la verdad. Este alimento es Jesús. Jesús es el verdadero pan de vida. Comieron, se saciaron y sobró, cumpliendo así lo que fue profetizado en tiempos de Eliseo.
Querían proclamarlo rey, pero Jesús se alejó otra vez a la montaña, solo, a rezar. Él no quería ningún puesto político. Él quiere anunciar la verdad al hombre, que es Dios mismo. ¿Dónde está la verdad? En Jesús de Nazaret. El Señor tiene el poder para saciar tu vida y tu realidad. No porque te vayas de vacaciones eres feliz. Regresas con más hambre o separado de la mujer porque convivir es difícil si no está Dios, si no está este pan que sacia al hombre y que da sentido a la vida. Nos invita a llevar este pan a tanta gente que está hambrienta de Dios y de felicidad.
Hermanos, que este espíritu habite en todos nosotros. Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, esté con todos vosotros. Y rezad también por mí. Muchas gracias.
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