Una maniobra evasiva
Para evitar que prospere la moción de vacancia que debería ser votada hoy lunes, Pedro Castillo y sus secuaces han realizado una maniobra que consiste en pedir que el Congreso lo reciba el martes.
Tienen temor, como es obvio, que la moción pueda alcanzar los 52 votos que se requieren para obligar a que Castillo (o su abogado) asista al Congreso a responder los cuestionamientos que incluye esa moción.
De esa manera pueden disuadir o brindar pretextos a aquellos que podrían respaldar la moción (se decía que faltaban solo pocas adhesiones) pero que todavía dudan, que están vacilando, o que no han aceptado las ofertas del Gobierno y están pidiendo algo más. Es decir, les dan una justificación. Podrán decir: “para qué obligarlo a venir si él se va a presentar por propia iniciativa y va a contestar las interrogantes”.
Por supuesto, esa es una excusa para evitar responder a las graves denuncias en su contra. Una cosa es que vaya al Parlamento de acuerdo a lo que establece el artículo 118° de la Constitución, a decir lo que quiera –o sea, las necedades e incoherencias que suele proferir, así sea (mal) leyendo un discurso escrito- y otra muy diferente a que esté forzado a responder una relación detallada de imputaciones que están consignadas en la moción de vacancia.
El inciso 7 del mencionado artículo constitucional señala que una de las atribuciones del Presidente es “dirigir mensajes al Congreso en cualquier época”. Así es que, en efecto, el Congreso está en la obligación de recibirlo y escucharlo.
Pero en esa ocasión él puede decir lo que le dé la gana. Puede contar el cuento del pollo, hablar mal de la prensa independiente, como suele hacer cada vez que puede. Criticar a José de San Martín por no haber declarado en emergencia la educación hace dos siglos, como hizo recientemente. O cualquiera de las sandeces que emite cada vez que abre la boca.
A lo que sin duda no se referirá, será a las numerosas denuncias de corrupción que tiene en su haber, varias de las cuales ya están siendo investigadas por diferentes fiscalías.
Una de las últimas, iniciada por la fiscalía de lavado de activos, incluye a su sobrino Fray Vásquez y su amigo Zamir Villaverde, el que asaltó una pizzería a mano armada y hoy es dueño de una gran empresa de seguridad y prestaba vehículos a la familia de Castillo.
Otra fiscalía, la de crimen organizado, acaba de abrir investigación a los asesores de Castillo, a su círculo íntimo, Biberto Castillo, Beder Camacho y otros.
En síntesis, se trata solamente de una artimaña de un individuo que sistemáticamente se niega a dar cara a la ciudadanía, que evita las entrevistas y las conferencias de prensa y que pretende ahora evadir una citación al Congreso en la que se vería precisado a responder interrogantes a las que obviamente no puede contestar con la verdad.
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