Una espada del honor
Por Jaime Reyes León
Había culminado sus estudios en la Escuela Militar de Chorrillos motivado por la letra de su himno, “llevaré con firmeza la espada defendiendo su honor por doquier, demostrando que tengo principios y valor al cumplir mi deber...”
Cuando escuchó el toque de diana aquel 16 de diciembre uno solo era su pensamiento: recepcionar su anhelada espalda y su despacho como Oficial del Ejército del Perú, que la Nación le otorgaba para su defensa.
Era un ciudadano que recibió la más alta calificación del Estado, para hacer efectivo, en caso necesario “el ejercicio cívico de la violencia”, en defensa de los sagrados intereses de su Patria, integrando el Ejército jamás vencido, de Bolognesi y sus combatientes en el Morro de Arica...
La marcha que tocaba la banda militar, producía un efecto directo en las palpitaciones de su joven corazón, que escondía con gran esfuerzo para guardar el protocolo castrense...
Cuando los altavoces anunciaron la entrega de espadas y escuchó su nombre solo pensó en los días de ensayo de la ceremonia, en el recio “gracias señor presidente” que saldría de su garganta cuando tuviera en sus manos la espada de Oficial...
Era la culminación de cuatro intensos, sublimes, honrosos años que vinieron a su mente, eran parte de su vida militar que jamás olvidaría, cada paso que daba hacía la tribuna era la ratificación de su vocación castrense...
Escuchar del Presidente, Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, las palabras “conservarla con honor” y extender los brazos para recibir su espada fue una sola acción.
Sentir el frío hierro de la funda en sus manos, causó su reacción, decenas de veces ensayada y con energía propia de su preparación, con viril habilidad recogió el arma de las manos presidenciales...
Sin embargo el mandatario no calculó los segundos de la entrega y se produjo un breve tirón que desubicó por breves segundos la figura presidencial ante la solemnidad protocolar...
Hasta ahí la realidad. Las redes sociales tan motivadas e inclementes en sus críticas, hicieron el resto: “militar con las hormonas bien puestas” fue uno de los titulares más benévolos...
Pero en honor a la verdad más del 60% de peruanos envidiaron ese día al flamante subteniente que ante miles de peruanos dio el remezón que hace algún tiempo necesitaba el ensombrerado inquilino de Palacio de Gobierno.
Esperamos que lo sucedido, “sin querer queriendo”, haga reflexionar a un presidente indeciso o por lo menos tome el incidente como un mensaje de los que no usan sombreros chotanos, pero sí cascos de combate.
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