Una blasfemia... innecesaria
Aún escuchamos y leemos opiniones variadas y mayormente divergentes sobre María Maricón, la pieza teatral cuyo estreno estaba programado para el pasado 30 de enero durante la celebración del 24º Festival Saliendo de la Caja de la Universidad Católica. El cartel promocional mostraba al protagonista con atributos propios de la virgen María, madre de Dios Hijo para la gran mayoría católica del Perú.
No voy a referirme al contenido de la obra sino al cartel promotor de la misma que circuló en las redes sociales. En primer lugar, no creo que sea necesario ver la obra para juzgar su cartel promocional. Lo que se critica o se criticó no es la obra sino precisamente ese cartel. Está claro que ambos son independientes, el uno del otro, para este efecto.
El 14 de enero, el ministerio de Cultura emitió un comunicado donde cuestionó el uso de los símbolos religiosos y anunció medidas correctivas para los responsables de la obra. Concurrentemente, la municipalidad de San Isidro exigió el retiro de la obra, que se estrenaría en instalaciones ubicadas en su ámbito. La Conferencia Episcopal del Perú también expresó su rechazo a dicha publicidad. El 15 de enero, la Universidad Católica suspendió el festival con un comunicado en el que se unía al rechazo expresado y pedía disculpas. Al día siguiente, renunció la directora general de Industrias Culturales del Ministerio de Cultura.
De su lado, la directora de la obra defendió su contenido, negó la ofensa a la fe católica y señaló que el argumento es una experiencia personal con la religión. A lo primero tiene, sin duda, derecho y en cuanto al argumento de la obra, forma parte del cúmulo de experiencias sobre el tema que constituyen siempre un sincero interrogante a la condición humana y a su relación con la Divinidad. Más, en cuanto a su defensa del cartel promocional creo que se equivoca porque nada, ni una estrategia publicitaria, puede justificar que se veje un símbolo de fe y devoción de millones de gentes.
El arte puede ser contestatario, iconoclasta, revolucionario, pero no blasfemo. Recurrir al escándalo para promover María Maricón fue torpe y ofensivo y no era, en modo alguno, necesario. Algunas de las inscripciones en los muros de París en el tumultuoso pero vital mayo del 68, son verdadera poesía. Cuando Borges, refiriéndose al Cristo de la cruz, en un
poema dice: “…Piensa en el reino que tal vez lo espera, / piensa en una mujer que no fue suya…” Y cuando concluye: “De qué puede servirme que Aquel Hombre/ haya sufrido si yo sufro ahora.”, no blasfema sino cuenta una experiencia personal con Dios y ante ello sólo queda escuchar y preguntarse.
Jorge.alania@gmail.com
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