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Un largo tiempo para meditar

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Fecha Publicación: 13/06/2020 - 22:20
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Esta pandemia ha dado tiempo para que –salvo el improvisado presidente Vizcarra, su impresentable premier, su insufrible gabinete ministerial, las hordas oficialistas y toda la manada de ganapanes que se llena el bolsillo mensual, puntualmente, con su plata, amable lector– filosofen alrededor de lo humano y lo divino. Surgen entonces profecías de todo calibre. Aunque siendo sólo oráculos, no deberían valorarse de inmediato sino analizarse desapasionadamente según se presenten las cosas. Teorías prefabricadas o propuestas ideológicas –como ese simplismo de una llamada “nueva normalidad”– no merecen la pena estudiarse. Son lucubraciones politizadas, de corte socialista, que pretenden vendernos la idea que el mundo cambiará –a la manera que impongan los rojos– sólo porque la humanidad ha soportado una plaga más en su larga existencia. El ser humano es mucho más inteligente que este raciocinio simplón. La reflexión del hombre va muchísimo más allá de las consecuencias de una epidemia. Un interesante razonamiento podría fijarse más bien alrededor de la probabilidad que esta pandemia haya sido fabricada en algún laboratorio por mentes perversas, orientadas a satisfacer su vesania de controlar el planeta. La teoría que el Covid-19 ha surgido en Wuhan tras un ensayo para elaborar un virus como parte de la llamada guerra bacteriológica, aún no ha sido descartada. El mundo esperará a que la ciencia controle esta plaga para investigar si es cierto el rumor sobre lo qué habría ocurrido en China.

Sin embargo existen teorías que valen la pena repasar. Como la de Gastón Soublette, filósofo español que ha publicado su libro Manifiesto. Peligros y oportunidades de la megacrisis, donde señala que el estallido social y la pandemia Covid-19 “son parte de un sistema de 500 años que está llegando a su fin (…) el final del capitalismo del progreso ilimitado que nace en Gran Bretaña y se extendió al resto del mundo con la bomba nuclear”. Al respecto dice: “La alternativa no es el marxismo sino una cultura donde el hombre recuperará su lugar como parte de la naturaleza.” Raciocina que, según la reforma anglicana, la riqueza material para Inglaterra “era un signo divino” porque la pobreza “significa que Dios te reprueba (…) el mito del progreso ilimitado no sólo lo acogió Inglaterra, sino Rusia, Estados Unidos, China, Francia y Alemania (…) Al mundo de hoy le interesa sacarle provecho a todo, porque detrás está la idea del progreso”.

En síntesis sentencia que “El estallido social que vimos en Chile a partir de octubre del año pasado, en realidad es un estallido a nivel mundial. La gente aceptó el mito del progreso hasta cierto punto, hasta darse cuenta que el bienestar que le ofrecieron no llegó nunca, porque vive en un malestar crónico, urgido por el tiempo útil, abusado por el poder económico, engañado por el poder político, entonces, explotaron todos, se dieron cuenta de que el mito del progreso era una mentira (…) Ese mundo tenía que terminar. Entonces estamos viviendo las fases finales de la civilización industrial”.Y concluye: “Esta pandemia es algo de eso”. ¿Será sólo otro oráculo catastrofista?