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Un imperdonable crimen social

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Fecha Publicación: 02/07/2019 - 22:20
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Una mafia de asaltantes ha diezmado la economía nacional, retrotrayéndonos a esa ruina que produjo el letal cuarto de siglo de políticas socialistoides que acabó en 1990. Durante esos 22 años de resurgimiento que tuvo del Perú –1990 a 2012– nuestro país emprendió una cruzada de sacrificio, esfuerzo, optimismo y –sobre todo– perseverancia, consiguiendo no solamente recuperarse de la catástrofe que dejara la quiebra nacional de finales de los ochenta –empezó en 1968, con el golpe militar de Velasco Alvarado– sino que continuó dinamizando esplendorosamente su desarrollo al extremo que, en los albores del siglo XXI, el mundo nos consideraba país estrella y las calificadoras de riesgo apuntaban a que, en una década más, el Perú finalmente abandonaría el tercer mundo. Lo que nadie imaginó fue que tuviéramos la desgracia de que, en julio de 2013, un comandante corrupto, inepto, entonces pro chavista y, encima, presumido –llamado Ollanta Humala– asumiera el cargo de presidente. Fue a partir de ese instante que nos empezamos a desbarrancar. Todo el progreso que habíamos acumulado comenzó a ser diezmado por prácticas populistas sembradas por gobernantes improvisados. ¡Por si fuera poco, corrompidos! Toledo, Humala y Kuczynski dinamitaron la economía con sus prácticas nefastas de endeudar al Perú para construir proyectos estrafalarios. Una Interoceánica que nos ha costado construirla US$ 10,000 millones; no la usa nadie y sólo beneficia estratégicamente a Brasil, al brindarle la oportunidad de tener una salida al Pacífico. O esta inútil refinería Talara que acabará costándonos US$ 6,700 millones; en lugar de US$ 1,300 millones como fue presupuestada de acuerdo al valor de mercado. O esa Línea 2 del Metro, que nos costará US$ 7,000 millones. O ese Gasoducto del Sur, cuyo presupuesto arrancó en US$ 1,200 millones y hoy cifra los US$ 7,500 millones. Hemos despilfarrado no menos US$ 40,000 millones en obras mayormente faraónicas. Pero sobre todo, cargadas de sobrecostos. Vale decir, de corruptelas que solamente han servido para enriquecer a un clan de sinvergüenzas, asaltantes del Estado, que se han enriquecido a costa de empobrecer severamente al país. En síntesis, tan solo en década y media el populismo, la medianía, la improvisación y, encima de todo, la corrupción de nuestra cúpula política consiguió arruinar todo aquello que habíamos avanzado. Y sobre todo, atesorado. Recordemos sino que, a julio de 1990, el BCR había acumulado reservas “negativas” por US$ 3,000. Pero a julio de 2011 –cuando entró a Palacio el cleptómano Humala– ya había atesorado US$ 65,000 millones. Casi US$ 70,000 millones ahorrados en dos décadas, fruto del trabajo y las buenas políticas socioeconómicas que siguió el Perú, pese a quien le pese. Esto no es sino la demostración más irrebatible de que el socialismo empobrece a los Estados y el capitalismo enriquece a las sociedades.

Toledo, Humala, Kuczynski –y el accesitario Vizcarra– han pauperizado de manera por demás canallesca al Perú. Es más. Hay tres exmandatarios ya imputados por haber participado en este festín de macrocorrupción que ha desmantelado una consolidada economía. Hasta hoy probadamente Toledo ha recibido US$ 35´000,000 de Odebrecht. Falta determinar cuánto han robado Ollanta y Kuczynski.

Un imperdonable crimen social.