Un desconcertado país
El Perú vive hoy el desenlace de años de polarización. Donde se ha impuesto una visión binaria: o estás conmigo o estás contra mí. Si estás conmigo, eres decente, honesto, ciudadano respetable. ¡Un demócrata! De lo contrario eres un delincuente, un corrupto. Si no piensas como yo, eres mi enemigo.
Cierto es que la clase política no representa a los ciudadanos. También, que la clase dirigente es egoísta y ausente. Que la empresarial es en mucho mercantilista. Que la derecha, nunca ha escuchado el reclamo ciudadano y no sabe cómo conectar. El liberalismo, aquel que debe defender las libertades de los ciudadanos, ha sido capturado por un grupo conservador y dogmático, que limita su defensa de las libertades a la económica. La Izquierda peruana es retrograda y hoy busca imponer una constituyente engañando a los ciudadanos, haciéndoles creer que esta garantizara mayor igualdad. Cuando lo cierto es que la izquierda lo que quiere es cambiar el modelo económico. Ese que logró reducir la pobreza de 54% en el 1993 a 21% en el 2019. Pero dejamos que la izquierda marque la agenda y que con un discurso que emociona llegue al ciudadano. Pese a que sabemos que sus políticas solo redistribuyen miseria y restringen libertades. La evidencia está ahí, en la historia del s. XX.
Cierto es que el Estado ha sido incapaz de invertir los recursos públicos generados por el crecimiento económico adecuadamente. Más infraestructura, mejores servicios de educación y salud. Mejores condiciones de vida para los peruanos. Lo sabemos y lo vemos todos los días. No hemos sido capaces de aprobar reformas que reduzcan la informalidad y la precariedad del empleo de millones de peruanos. Tampoco la defensa de los derechos de propiedad ni la administración de justicia.
Los recursos generados con nuestro trabajo se lo cargaron Toledo, Ollanta, García, PPK, Vizcarra y el Club de la Construcción, por mencionar algunos. Y eso enfurece. ¿Pero cómo? si en realidad los peruanos nos enorgullecemos de nuestra creatividad para “resolver”. Llevamos años justificando la corrupción con el “roba pero hace obra”. Cuestionamos, pero le damos S/ 10 al de Sedapal para que no nos corte el agua mientras corremos a pagar. Justificamos la violencia sexual, contratamos tramitadores, le bajamos S/ 5 al policía de tránsito y en cuanto un nuevo gabinete asume, nos ocupamos rapidito de ver cómo llegamos al ministro para que nos empuje un asuntito.
Los peruanos vivimos y nos desarrollamos en la corrupción y la informalidad. Pero somos incapaces de reconocerlo. El Congreso no es más que el reflejo de la sociedad y aceptarlo es el primer paso para lograr una mejor sociedad.
Llevamos años pasando por encima del ordenamiento jurídico con la excusa de una falsa reserva moral. Vivimos en un país sin reglas. Sin democracia. Donde la mentira y la doble moral son la norma. Y la prensa mantiene la farsa. Acomodándose ante el mejor postor y vendiendo miseria.
Hoy hay una falsa indignación, pero de nosotros depende canalizarla para construir ciudadanos y un mejor país. Piense, aún no está prohibido.
Maria Cecilia Villegas