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“Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco”

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Fecha Publicación: 11/01/2025 - 20:30
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Queridos hermanos, hoy celebramos la Fiesta del Bautismo del Señor, una solemnidad que marca el cierre del ciclo de Navidad. Esta fiesta es profundamente significativa porque, con su bautismo, Jesús no solo nos da un signo de humildad, sino que también inicia públicamente su misión de anunciar el Evangelio.
En la primera lectura, tomada del libro de Isaías, se nos presenta la figura del Siervo de Dios: “Mirad a mi siervo, a quien yo sostengo, en quien me complazco. Mi espíritu está sobre él; manifestará la justicia a las naciones”. Esta profecía describe a Jesús, el Siervo por excelencia, que viene a establecer la justicia divina.
¿Qué entendemos por justicia? La justicia está inscrita en lo más profundo de nuestro ser, y sufrimos cuando enfrentamos la injusticia. Sin embargo, la justicia que Jesús trae no se impone con gritos ni violencia. Más bien, asume la injusticia y carga con ella, revelando la misión del Mesías y de la Iglesia: abrir los ojos de los ciegos, liberar a los cautivos y sacar a los que viven en las tinieblas.
Hermanos, en mi experiencia pastoral visitó cárceles donde tantas personas viven cautivas, tanto física como espiritualmente. Solo Jesucristo puede liberar verdaderamente al hombre de las prisiones del pecado y la muerte.
El Salmo 28 nos invita a proclamar: “El Señor bendice a su pueblo con la paz”. La voz del Señor es potente y llena de majestad. Esta voz es la profecía que tanto necesitamos hoy, porque nos libera y nos conduce a la paz. La Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, debe ser la portadora de esta voz en un mundo donde muchas veces reina la confusión.
En la segunda lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, se nos recuerda que “Dios no hace excepción de personas”. Nosotros, a menudo, somos parciales y discriminamos, pero Dios acepta a todo aquel que le teme y practica la justicia. Jesús dedicó su vida a hacer el bien y curar a los oprimidos por el mal, porque Dios estaba con Él.
Este es el llamado para nosotros como discípulos: salir al encuentro de los necesitados, aliviar el sufrimiento y combatir el mal en todas sus formas. Vivimos en una época de grandes desafíos espirituales, y debemos mantenernos firmes en nuestra misión, siguiendo el ejemplo de Cristo.
El Evangelio según San Lucas nos sitúa en un momento de gran expectación entre el pueblo. Muchos pensaban que Juan el Bautista era el Mesías, pero él aclaró: “Yo no soy el Mesías. Yo os bautizo con agua, pero viene uno más poderoso que yo; él os bautizará con el Espíritu Santo”.
El bautismo de Jesús es el momento en que el Espíritu Santo desciende sobre él en forma de paloma, y se escucha la voz del Padre: “Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco”. Este es el Espíritu que también hemos recibido en nuestro bautismo, un Espíritu de profecía y santidad, no de mundanidad, ni de materialismo.
Queridos hermanos, el bautismo de Jesús nos recuerda nuestra propia misión como bautizados: transmitir la buena noticia y ser testigos del amor de Dios en el mundo. El Padre se complace en Jesús, y nosotros, como Iglesia, somos llamados a vivir de manera que Dios también se complazca en nosotros.
En este día tan especial, quiero compartir con vosotros que, hace 13 años, fui ordenado obispo en esta misma fiesta. Os pido que recéis por mí, para que pueda seguir sirviendo con humildad y fidelidad a la misión que Dios me ha confiado.
Que la bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos vosotros. Muchas gracias y que esta celebración nos renueve en la fe.

Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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