Trump quiere la paz
Donald Trump quiere la paz en Ucrania. La quiere porque una guerra por Ucrania contra Rusia sería una guerra nuclear. El irresponsable y senil Biden, que está de salida, ha conseguido arrastrar a Estados Unidos y a la OTAN a un peligro inminente de una guerra nuclear al autorizar que sus misiles de mediano y largo alcance sean lanzados sobre territorio ruso. Lo mismo ha hecho su aliado incondicional, el Reino Unido. Es obvio lo que deben pensar en Moscú. Rusia, un país nuclear, está en guerra con su vecina Ucrania, básicamente porque este país quiere entrar en la OTAN. Si tu enemigo recibe armas de alta gama que pueden transportar armas nucleares y autoriza su uso, como hizo Biden, entonces la guerra no es entre Rusia y Ucrania, sino entre Rusia y Estados Unidos, y con ellos, sus aliados de la OTAN.
Esa ha sido la respuesta de Putin y el legado que el viejo Biden le deja a Trump. El presidente electo ha propuesto como punto inicial de tratativas de paz un cese al fuego inmediato entre las partes directamente involucradas. Un cese al fuego implica necesariamente que esas partes respeten el statu quo donde están o donde las negociaciones los obliguen a estar. Acto seguido, es indubitable que cada una de las partes y sus aliados accedan a ceder sus posiciones para que sean satisfactorias para ambos.
Rusia no quiere que Ucrania entre a la OTAN porque no solo es su sempiterno vecino, sino que forma parte de su esfera de influencia. Putin ha podido arrasar con Ucrania de la misma forma que los israelíes con Gaza. No lo ha querido porque considera a los ucranianos como parte de la cultura y la sangre rusa. Pero todo tiene un límite. Trump tiene razón. La forma de llegar a la paz con Rusia es que Ucrania decline su pretensión de integrar la OTAN durante un lapso de 50 años, que no son más que una metáfora para decir “nunca”. Y que la OTAN no anime ni le cree expectativas a Ucrania sobre la incorporación a esa organización. Rusia tiene que ceder en abstenerse de atacar a Ucrania bajo cualquier pretexto y mantener el statu quo.
Eso no es apaciguamiento, como los woke y los caviares del mundo pretenden que sucederá si se deja a Rusia seguir actuando, incluso nuclearmente. Se ha comparado este hecho como una suerte de pacto de Múnich, que en 1938 dejó las manos libres a Hitler por Checoslovaquia para evitar la Segunda Guerra Mundial. El problema con esta afirmación es que es absurda. Hitler no tenía armas nucleares, Putin sí.
De ahí que Trump tiene toda la razón al buscar una paz negociada con Rusia que evite una guerra nuclear. Algunos europeos relativizan la guerra nuclear al afirmar que, en todo caso, será una guerra nuclear de baja intensidad. ¿Perdón? ¿El mundo se ha vuelto loco por Ucrania? Los que somos de nuestra generación teníamos pánico de que estallara una guerra nuclear en la Guerra Fría y le teníamos respeto y miedo a que estallara algún conflicto entre potencias nucleares que arrastraría al mundo a la hecatombe.
Esperemos que la nueva presidencia que ingresa en enero en la Casa Blanca tenga la perspicacia y el patriotismo suficiente para saber que aquí no se juegan ningún principio, como asegura el recalcitrante Zelenski, sino la prevalencia de la situación.
Por lo pronto, Trump ha designado al general Keith Kellogg para intermediar entre la OTAN y Rusia. Ojalá, por el bien de todos, tengamos resultados positivos.
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