Trump, el presidente fichado
Los demócratas y los enemigos republicanos del expresidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, quieren deshacerse de él a cualquier precio, para las elecciones del 5 de noviembre de 2024, y sigo creyendo que todo el morboso proceso para hacerlo ver ante la sociedad estadounidense como un expresidente fichado y hasta convicto, con una imagen dominada por las acusaciones y con visitas constantes en espacios policíacos y la cárcel de las que se deshace por solo por las fianzas, terminará rebotando en favor del magnate neoyorquino que se alzara en 2016 como el cuadragésimo quinto presidente de su historia de 247 años, desplazando a los políticos de siempre en el país.
Es verdad que de todas las imputaciones que pesan sobre Trump, la de mayor impacto está relacionada con el vergonzoso asalto al Capitolio –sede del Congreso de los Estados Unidos– en enero de 2021 por los denominados supremacistas, inocultables adictos a Trump, y cuyo propósito fue frustrar la transferencia democrática del poder expresado en las elecciones de noviembre de 2020, sobre todo si tenemos en cuenta de que este país es considerado modelo de democracia contemporánea por antonomasia.
De hecho, no será casual que una jueza haya establecido su comparecencia por el caso que comentamos, precisamente para el lunes 4 de marzo, es decir, un día antes del denominado supermartes, de enorme connotación en el proceso de las primarias estadounidenses, camino hacia la Casa Blanca, en noviembre de ese mismo año, en que serán las elecciones propiamente dichas entre el candidato republicano –a ciegas Trump– y el que resulte victorioso y aclamado de la Convención Nacional demócrata de mediados de ese año. Imagino que Trump debe contar con una estrategia para contrarrestar la arremetida de sus rivales políticos; sin embargo, tampoco es para confiarse.
La idea de la victimización podría jugar a su favor si acaso Trump sabe sacarle provecho a lo que él y sus escuderos denominan una perfecta cacería de brujas, lo que aparecerá realistamente como nada descabellado en la idea de ser explotado ante la opinión pública estadounidense como un cargamontón contra un expresidente sin el poder que suele contar generalmente quien cuenta su ejercicio de turno en el país, es decir, Joe Biden. La victimización enmarcada en un expresidente fichado, entonces, podría ser más que efectiva y los demócratas pareciera que no lo están considerando. Veremos qué sigue.
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