Trastorno Exhibicionista

Se caracteriza por un patrón sostenido, focalizado e intenso de excitación sexual, que se manifiesta con pensamientos, fantasías, deseos intensos o conductas sexuales persistentes, que implican exponer los genitales a un desconocido en lugares públicos, usualmente sin la intención de lograr un contacto más cercano. Además, para diagnosticar el trastorno exhibicionista, el individuo debe haber actuado según estos pensamientos, fantasías o urgencias, o experimentar un marcado malestar debido a ellos. Estos trastornos se subsumen dentro del concepto de trastornos parafílicos, que se caracteriza por patrones persistentes e intensos de excitación sexual atípica, manifestados por pensamientos, fantasías, deseos intensos o conductas sexuales centrados en terceros cuya edad o situación los hace reacios o incapaces de consentir, y respecto a los cuales la persona ha actuado o siente un marcado malestar.
Los trastornos parafílicos pueden incluir patrones de excitación que implican comportamientos solitarios o personas que pueden dar su consentimiento, pero solo cuando se asocian con un malestar marcado que no es simplemente el resultado del rechazo o del temor al rechazo de los demás debido al patrón de excitación, o se asocian con un riesgo significativo de lesión o muerte.
Dentro de las parafilias se encuentran el trastorno exhibicionista —que es materia de comentario—, el trastorno voyerista, el pedofílico, el sadismo sexual coercitivo y el frotismo. Otros trastornos parafílicos involucran a personas sin su consentimiento, o bien comportamientos en solitario o con individuos que dieron su consentimiento, así como trastornos parafílicos sin especificación. El origen de estos trastornos tiene como base la falta de gratificación en su desarrollo sexual; en algunos casos, una educación rígida en el hogar busca una forma de satisfacción sexual, presentando estas anomalías. Por eso, es fundamental una educación sexual abierta, sin restricciones ni prejuicios, de acuerdo con la edad de desarrollo.
Las personas que padecen estos trastornos son conscientes de lo que hacen; se sienten mal, pero a la vez sienten placer. No hay que confundir estos comportamientos con las personas que sufren de psicosis, pues estas se encuentran fuera de la realidad. Estas conductas, en nuestro ordenamiento jurídico penal, están tipificadas como delito en el artículo 183 del Código Penal, Capítulo XI, Título “Ofensas al Pudor Público”, que se refiere a las exhibiciones y publicaciones obscenas, preceptuando lo siguiente: “Será reprimido con pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor de cuatro años el que, en lugar público, realice exhibiciones, gestos, tocamientos u otra conducta de índole obscena”.
Como podemos observar, esta conducta delictuosa es dolosa, es decir, intencional. Como elemento subjetivo, está la conducta exhibicionista y el resultado es la afectación a la parte agraviada. Como prueba fundamental, está el informe que evacuará la policía, la declaración del imputado y de la parte agraviada, y, fundamentalmente, el dictamen pericial psicológico, donde se concluirá emitiendo su diagnóstico, recomendaciones, tratamiento y la valoración del relato del sujeto activo o peritado y del sujeto pasivo, agraviada o agraviado.
Tenemos muchos casos de la vida real que han sido diagnosticados como trastorno exhibicionista y sancionados penalmente con pena privativa de la libertad, como paso a exponer. En una ocasión, un sujeto se encontraba en la Plaza San Martín, en Lima, lanzando besitos volados a las mujeres y niñas que caminaban alrededor de la plaza. En esa circunstancia, una madre caminaba por el lugar con su hija. Este sujeto se abrió la bragueta y expuso sus genitales ante la mujer y su hija, y eso no es todo: comenzó una práctica masturbatoria, lo que originó la intervención policial, su detención y puesta a disposición de la fiscalía y del juzgado de turno, con prisión preventiva. “Es importante la educación sexual”.

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