¿Todos vuelven?
El sindicato de los trabajadores de la Ex Telefónica, hoy vendida a un grupo argentino, entona el conocido valse de César Miró, “Todos vuelven”. Están pidiendo, nada menos que está empresa sea manejada por el Estado. ¡Dios mío!
¿Esto es posible?, ¿No han aprendido nada? De acuerdo con el artículo 2, inciso 8 de nuestra constitución, sí el alto interés público o manifiesta conveniencia nacional lo demanda y que se haga de manera subsidiaria, es posible. ¿Pero de qué alto interés público estamos hablando? ¡De uno! solo del de los trabajadores de esa empresa que están convencidos que el Estado sí garantizaría su puesto y sus chibilines.
Para apoyar este disparate congresistas de izquierda han presentado un proyecto de ley que declara de necesidad pública e interés nacional la nacionalización de Integratel del Perú, la empresa que ha comprado la ex Telefónica. Obviamente aquí solo hay el interés de unos cuantos zamarros de captar votos al más puro y duro estilo populista y clientelista.
Este apoyo grafica muy bien a una izquierda peruana sin rumbo, sin ninguna capacidad para modernizarse y comprometerse seriamente con el futuro y el desarrollo del país. ¿Y qué podría esperarse de una izquierda estalinista y maoísta que aún no abre los ojos para observar a la China de Deng Tsiao Ping, la misma que ha hecho realidad un desarrollo asombroso al permitir, bajo sus reglas, sí, que la empresa y la iniciativa privadas generan riqueza y hacen posible la prosperidad nacional.
A estos congresistas no les importaría que retornáramos a ese Perú de los 70 y de los 80, cuando las empresas estatales, la Compañía Peruana de Teléfonos entre ellas, generaron una pérdida para 1990 de 2,500 millones de dólares. En ese “paraíso”, los forados en el Fisco, la deuda social no va a impedir que sigan gozando de sus gollerías. Así es fácil ser “nacionalista” y “socialista”.
Estos traficantes de utopías, como en realidad son las baratijas ideológicas que venden, y que engañan a los muchachos con su falso brillo, son perfectamente conscientes de que existe hoy una generación que no vivió en ese Perú donde una gaseosa costaba un millón de intis, la gasolina era más barata que el agua y los peruanos que sí trabajaban tenían que mantener a una descomunal burocracia de esas empresas públicas que solo servían para dar trabajo a parásitos. Ese país donde conseguir un teléfono fijo costaba una espera de cinco años y unos buenos miles de dólares. Hoy obtener un teléfono móvil para conversar con alguien de El Agustino o de Australia supone un trámite de quince minutos y una mensualidad de menos de quince dólares.
Pero a los que nacimos hasta 1975 no nos van a vender gato por liebre. Y bueno sería que los padres y abuelos impidan que engañen a hijos y nietos con las falacias, mentiras e ilusiones que crean los que nos hablan de estatización y nacionalización como defensa de “lo nuestro”. A otro perro con ese hueso…Es hora de construir y no destruir…¡Despierta Perú, despierta!
Por Francisco Calisto Giampietri
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