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¡A todo vapor!

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Fecha Publicación: 16/12/2021 - 22:50
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Hoy no me voy a referir a la coyuntura porque no tiene sentido. Lo único que pasa en el Perú es que no pasa nada pese a que los actos y escándalos de corrupción se apiñan como regalos de navidad en este gobierno. Por eso voy a hablar de algo personal pero que se relaciona con la política. Y es que tengo un problema con los fujimoristas como con los antifujimoristas. Para los primeros soy una especie de réprobo por haberle dicho la verdad sin pelos en la lengua a Keiko Fujimori en esta última campaña electoral. Para los segundos, soy un fanático fujimorista capaz de inmolarse por cualquier cosa que hagan los Fujimori, en especial Keiko. Lo cierto es que no es lo uno ni lo otro, por lo que encontrándome en el justo medio me regocijo porque las críticas y denuestos de ambos lados significan que como analista político y periodista estoy haciendo las cosas bien. Los fujimoristas creen que les tengo mala espina por varias razones en las que a mí me sostiene el sentido común. La primera de ellas fue no inscribirme en el partido Fuerza Popular, precisamente para guardar mi independencia. Eran los tiempos en que buscaba postular al Congreso y me pareció justo hacerlo por una agrupación con la que guardaba afinidad, sobre todo luego de la oprobiosa persecución política a Keiko Fujimori y a la actuación parlamentaria 2016-2020 bombardeada por una prensa con agenda propia. Luego sobrevino mi renuncia a la candidatura, porque consideré que no había las condiciones suficientes para postular debido a que las autoridades electorales de turno no garantizaban un proceso imparcial y que la cancha nunca iba a estar pareja para Keiko Fujimori y, por lo tanto, para su lista parlamentaria. Eso los enfureció más. Ya en la campaña y como analista le hice saber públicamente -ya que a Keiko la había capturado y encapsulado un grupete de adulones-, que su campaña estaba mal encaminada, que su elección de candidaturas al Congreso dejaba mucho que desear y que, incluso, algunos iban a significar una pesada carga como era volver a los 90 con toda la herencia negativa encarnada en algunos personajes. Eso fue el fin. A partir de ahí me pusieron la cruz. Pero ¿me equivoqué en algo? En nada. Keiko perdió las elecciones por una campaña desastrosa y mal armada; al igual que en el 2016 cometió el error de dejarse “robar” en mesa los cuarenta mil votos que la separaron del ganador -un profesor campesino comunista impresentable-; las autoridades electorales y el gobierno de Sagasti jugaron para su rival, como yo lo había pronosticado y se lo había dicho públicamente; y hoy su bancada no da fuegos por ninguna parte, lo que significa que hubo una mala selección que hoy decepciona. Lamentablemente en ese partido, el no barrer el piso por el que va a pasar Keiko significa, al decir de algunas, “hostilidad”. Bueno, ¡quel dommage!... ¡Por ellos! En cuanto a los antifujimoristas y algunos acomodaticios y caviarones, el cuento está en que me ven “muy fujimorista”. Así me lo dijo el productor del Canal Cuatro, en un copioso desayuno donde me explicaba el porqué no me invitaban a sus programas luego de la caída de la autócrata caviar colombiana Clara Elvira Ospina. En fin, qué puedo hacer yo más que pensar que si el agua y el aceite coinciden sobre mí, es que estoy haciendo lo correcto.

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