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Timothy Dexter: el estúpido que se hizo millonario

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Fecha Publicación: 26/04/2025 - 21:40
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En la extravagante historia de la humanidad, pocos nombres brillan con tan estúpida intensidad como el de Timothy Dexter. Comerciante semi-alfabeto nacido en 1747 en Massachusetts, se hizo inmensamente rico gracias a su ínfima capacidad intelectual. La diosa fortuna, a veces, favorece lo absurdo. Dexter nació en la pobreza y creció con carencias, incluida la de educación. Desde niño soñaba con ser millonario y pertenecer a la alta sociedad. Trabajando, logró acumular algo de dinero y tener una vida cómoda. Pero sus contemporáneos, guardianes del linaje, lo despreciaban, considerando que era un payaso ignorante con unos cuantos billetes. Con la crueldad propia de las élites ilustradas, le aconsejaron inversiones para dejarle pobre. Dexter, incapaz de detectar ironías, obedeció, creyendo en sus amigos. Y acumuló una gran fortuna.
Afable y confiado, agradecía los consejos que le daban los millonarios de la clase a la que aspiraba pertenecer. Consejos perversamente diseñados para arruinarlo. Pero Dexter, bendecido o maldito con su inagotable optimismo, todo lo convertía en oro. Cada negocio que lo enriqueció desafió la lógica y el sentido común. Uno de sus grandes éxitos fue enviar calentadores de cama a las Indias Occidentales, donde el invierno es una fábula. Resultó que los isleños, necesitados de recipientes para la melaza, compraron los calentadores como si fueran prodigios industriales.
Molestos, sus “amigos” le recomendaron exportar guantes al Caribe. Dexter llenó un barco de guantes, y antes de tocar puerto, dos barcos en ruta hacia climas fríos compraron toda la carga. Otra victoria improbable. La mala fe de sus asesores naufragaba una y otra vez, aplastada por su incomprensible buena estrella.
No contentos, le propusieron llevar gatos callejeros donde hubiera plagas de ratas. Dexter despachó felinos a ciudades infestadas de roedores, y volvió a triunfar, vendiendo gatos como si fueran un modernísimo invento para controlar las plagas. Desesperados, le aconsejaron enviar carbón a Newcastle, capital minera inglesa. Dexter mandó carbón justo cuando Newcastle sufría una huelga minera. No solo vendió todo: vendió más caro.
Su brillo no se limitó al comercio. Incursionó en la literatura con su obra magna, A Pickle for the Knowing Ones, escrita sin puntuación ni adecuada ortografía. Por las quejas, en la segunda edición añadió una página de signos de puntuación “para que el lector los distribuyera a gusto”. Su libro, por supuesto, fue un éxito.
Dexter se aseguró su propio legado construyendo un mausoleo en vida, lleno de estatuas de héroes y de sí mismo. Incluso organizó su propio funeral para evaluar cuán querido era, y reprendió dulcemente a su esposa por no llorar con suficiente tristeza.
Timothy Dexter hizo fortuna obedeciendo malos consejos y escribiendo peor. Su sabiduría era nula; su entusiasmo, infinito. Es el mejor recordatorio de que el éxito, tantas veces perseguido con títulos y “networking”, a veces le cae al más desprevenido. No entendía de mercados ni de sentido común. ¿Importó? No.
Mientras hordas de emprendedores fracasan con planes perfectos, no dejes que te digan que tu idea es estúpida. Quizá, solo quizá, puedas convertirte en multimillonario como Timothy Dexter.

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