Terrorismo urbano y desestabilización
La inusitada escalada de la inseguridad y violencia criminal que afectan a Lima entera tiene una finalidad política y es receta comunista. El paro de transportistas que arrancó el jueves es parte de las maniobras de extorsión político-social que tratan de convertir en cenizas las frágiles instituciones democráticas, ya de por sí carcomidas por la corrupción. No solo ellos son víctimas del pedido de cupo, y recordemos que, en el pasado, este gremio abonó para la desestabilización y el caos. Las pequeñas tiendas, boticas, restaurantes y bodegas son víctimas también de encapuchados armados que aparecen regularmente a robarles sus ganancias. Muchos terminan cerrando por miedo, o porque les metieron un balazo. Así, el espíritu emprendedor, el ser “dueño” y generar riqueza se apaga, y se cae nuevamente en la pobreza de la que, con entusiasmo y arduo trabajo, se escapó. Una amenaza frontal al libre mercado.
No solo asesinan a jóvenes boleteros, también le disparan al presidente de un banco por robarle un reloj cualquiera, arrancan a bebés de los brazos de sus madres para ver si esconden un celular, matan a dirigentes de construcción, asaltan a niños que entran a un cumpleaños y se llevan los regalos que eran para el amiguito; lanzan gasolina a las mujeres y les prenden fuego, dejan granadas activadas y cartuchos de dinamita en plena calle, y los colegios se han vuelto campos de batalla con armas caseras, cuando no en centros de adoctrinamiento senderista.
Y ocurre que la mayoría de estas atrocidades las perpetran venezolanos, porque cuando se abrieron los brazos a aquellos que escapaban de la tiranía hambreadora chavista, Maduro, siguiendo el manual, mandó a bandas sanguinarias como el Tren de Aragua. Y los fracasados de las ‘Tomas de Lima’ dicen que no es terrorismo urbano. Sí, lo es.
A mediados de los noventa, derrotado Sendero y el MRTA, pasamos del delito común a ver asaltos en mancha al estilo de las maras. La Plaza Grau era su principal centro de acción. Cuando el presidente Fujimori ordenó poner cámaras de seguridad para que se identificara a los delincuentes, los de siempre gritaron “dictador”, “Montesinos quiere vigilarnos”. Felizmente El Chino era sordo para la estupidez, y ese lugar fue limpiado de maleantes. El actual gobierno debe dejarse de tibiezas. Boluarte está enfrentando al terrorismo urbano transnacional y no a una pandilla de malcriados.
Ya en tiempos de Humala empezó a crecer la inseguridad y la extorsión, con elementos explosivos. Para entonces, Fuerza Popular presentó ante la Comisión de Justicia del Congreso una ley que buscaba tipificar el terrorismo urbano, ante la inacción del gobierno de “Cosito”, mientras el Ministerio del Interior y de Justicia discutían si había o no tal categoría. Impulsó esa ley Pedro Spadaro, entonces naranja. La figura se enmarcaba dentro de la Ley Antiterrorista, con la figura de terrorismo urbano, endureciendo las penas para quienes generaban terror en la población para extorsionarla, y cadena perpetua si les mataban.
Urge una estrategia contrasubversiva, tenemos terroristas en la capital.
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