Tarde con regalo
Un tema inesperado que necesitaba ser resuelto de manera casi inmediata me hizo pensar en don Nito Ibáñez. Conociendo su cordialidad y sin saber si tendría un momento disponible para recibirme lo llamé. Era hora en que de cotidiano está en su estudio entregado a sus lecturas, redactando algún nuevo proyecto o revisando trabajos anteriores. Estaba libre, aceptó recibirme. La idea resultó redonda. No sólo me dio una solución sino también toda una sorpresa que tenía el valor de la novedad, de lo no conocido. Sorpresa que me ofrecía un encuentro mucho más provechoso. Un nuevo renglón de interés y descubrimiento en la obra del famoso fotógrafo Martín Chambi.
Eugenio Wenceslao Ibáñez Incháustegui, don Nito, fue durante 38 años un personaje en el Banco Internacional del Perú. “Empecé como empleado fundador y llegué a ser gerente y jefe del Departamento de sucursales del banco. Recorrí todo el Perú como visitador del banco, abriendo oficinas y sucursales”, me cuenta mientras matiza su conversación con recuerdos de sus proyectos del Sistema de Banca Regional, las Cajas Rurales de Crédito, “estudio utilizable para la organización y funcionamiento de las Cajas Regionales de Crédito…” y los comentarios de las doce publicaciones en las que desarrolló temas de historia, arqueología, costumbres, leyendas, tradiciones, paisajes y personajes. Una visión del Perú que recorrió “conversando, preguntando, escuchando al hombre del pueblo para conocer los secretos y necesidades y luego poder abrir oficinas y sucursales del banco generando trabajo, creando proyectos de banca, estableciendo vínculos con los medios de producción siempre prestando atención a la situación del agro”. En ese recorrido llegó al Cusco en 1950. Permaneció en la Ciudad Imperial de mayo a julio, tiempo en el que conoció a Martín Chambi y nació una entrañable amistad que es la razón que me ofrece la sorpresa. Una fotografía y una pintura.
“La foto la hizo el día que ofreció ser mi guía para descubrir los secretos de Machu Picchu. Me llevó por un camino inca describiendo los testimonios que podíamos ver. Almorzamos la merienda que llevó. Fue un día especial”, dice don Nito que luego agrega, “en una visita que le hice tomó la foto copiada en dos partes, la enrolló y me la regaló”. Nunca ha sido mostrada en público, sólo la conocen quienes visitan a don Nito en su escritorio donde el pequeño tesoro con su formato apaisado y sus tonalidades sombrías que recortan las formas de la ciudadela engalana su escritorio junto con recuerdos familiares.
Pero esta no es la única prueba de la amistad que los unió, con su afable cordialidad me muestra lo que me es todo un descubrimiento. Con un enmarcado simple, muy sobrio se luce un retrato del señor Ibáñez. Es un óleo sobre cartón de 0.23 x 0.18 centímetros. Lo veo y escucho a don Nito que con un tono muy entusiasta lleno de buen orgullo me dice, “Este también es un regalo de Chambi. Creo que es el único retrato que pintó!”. Hasta ese momento nunca antes escuché que Chambi hubiera pintado. El trabajo no es obra de principiante, hay un manejo de la pincelada con que ha conseguido el volumen del cráneo y dar expresión al retratado. Si es la primera vez que se muestra una pintura de Chambi agradeceremos a Eugenio Wenceslao Ibáñez Incháustegui a quien prefiero decirle don Nito como cuando le agradezco el regalo de una de sus doce publicaciones, Nuevas rutas bancarias, a la que pone la dedicatoria, “A mi apreciado amigo de toda la vida, Roberto Cores”. Qué gran regalo.
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