Tantas veces, Mario
Año 2000: gracias a Héctor Ñaupari conseguí invitación para la presentación de “La fiesta del Chivo”, en la Universidad de Lima. Esa noche viví una de las anécdotas más hermosas de mi vida. Ingresé al ascensor que me llevaría al sótano, se cerraron las puertas y me percaté que una de las personas que estaba en el ascensor era Mario Vargas Llosa. Yo acababa de publicar mi tercer libro de poemas y, como hasta ahora, caminaba con ejemplares bajo el brazo. “Don Mario, buenas noches, le obsequio mi libro”. Vargas Llosa sonrió y, devolviéndolo, me dijo: “No se obsequia un libro sin autógrafo, fírmelo”. Emocionado le dediqué el libro al más grande de nuestros escritores. Año 2009: fundé una revista de cultura y política. El primer número estuvo dedicado a Mario Vargas Llosa. Año 2010: Estábamos en Punta Negra con Gabriel Rimachi Sialer, en casa de Pablo Salazar-Calderón Galliani, cuando nos enteramos que Vargas Llosa había ganado el premio Nobel. Esa noche hicimos fogata y celebramos como si nosotros lo hubiéramos ganado. Dos meses después, gracias a la invitación de Arturo Corcuera, asistí al homenaje que le realizó la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en su histórica Casona. escuchar a Carlos Eduardo Zavaleta refiriéndose al joven y apasionado lector de Faulkner y Flaubert, fue conmovedor. Ese mismo año, invitado por el ecuatoriano Miguel Antonio Chávez, participé en la I Feria Internacional del Libro de Guayaquil, acompañado de los peruanos Carlos Calderón Fajardo y Vladimir Herrera. Yo tenía mi historia personal con la narrativa peruana en un marco que incluía a José Diez Canseco, Ciro Alegría y Mario Vargas Llosa, en ese orden, que fue rediseñada gracias a la maestría de Calderón Fajardo cuando habló de su historia con José María Arguedas, Julio Ramón Ribeyro, Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique. Año 2025. El mes pasado, en México, en un almuerzo con el Lic. Guillermo Narváez Osorio, rector de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco y el narrador cubano Leonardo Padura, le pregunté a quién consideraba el escritor vivo más representativo. Padura, sin dudarlo, me respondió: “Mario Vargas Llosa es el escritor más importante del siglo XX”. Hace unos días, Raúl Chanamé Orbe, actual director de ContraPoder, me invitó a escribir en la última edición: un número dedicado a la relación entre literatura y política, que tuvo a Vargas Llosa en la portada. Yo escribí sobre el autor de “La guerra del fin del mundo”. Me quedé sin palabras cuando me enteré, por el poeta boliviano Gabriel Chávez Casazola, del viaje final de nuestro más grande escritor. Mario Vargas Llosa vivió sus primeros años en Cochabamba. En ese momento, la poeta nicaragüense Daisy Zamora me compartió esta imagen y pensé en lo hermoso de estas redes como venas de afecto. Es bonito sentir que, frente a la muerte, el amor es el más bello registro para quedarnos. Su partida lo deja entre nosotros para siempre, pero es inevitable llorar. ¿Cómo evitarlo? Mario Vargas Llosa eligió partir en el mes de las letras, el mismo mes de Cervantes, Shakespeare, Garcilaso, Baudelaire, Vallejo, Ginsberg, Paz, Sábato, García Márquez, Carlos Eduardo Zavaleta.
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