ÚLTIMA HORA
PUBLICIDAD

¡Su desidia también nos mata!

Fecha Publicación: 26/12/2019 - 21:30
Escucha esta nota

A las autoridades, con especial mención a la Policía Nacional: “Las mujeres en el Perú nos jugamos la vida”. No se dan cuenta o no quieren darse cuenta que su tardanza en préstarnos auxilio (si es que llega), cuando clamamos su ayuda al ser agredidas, nos significa la vida o la muerte y no sólo de nosotras, sino también de nuestro entorno familiar. Francamente, ya estamos hartas de lamentarnos y hacer catarsis sobre el aumento incontenible de los feminicidios en el país y sobre todo de los casos donde las víctimas que tuvieron la suerte de sobrevivir al ataque de sus agresores, dan cuenta que al tomar contacto con policías pidiendo protección, estos no se las dieron o tardaron en hacerlo estando todo consumado, es decir cuando ya se había perpetrado el crimen y, en su caso, el atacante bien fugado.

Uno de esos casos fue tratado en mi columna del 30 de agosto, el de Joshelin Trauco, quien pidió auxilio en vano a dos policías delante de su propio agresor, el impresentable Adolfo Bazán, llegando a colgarse en un acto de desesperación del patrullero en marcha, sin que este se detuviera, dejando a la víctima a su suerte. ¿Y se sancionó a esos malos efectivos? No, hasta donde se conoce, siguen en funciones. En aquella columna hicimos ver de la resistencia en aplicar una norma vigente desde el 2015: la Ley 30364, que modificando el Código Penal sanciona con cárcel de hasta 5 años al funcionario público que “omita, rehuse o retarde” cumplir sus actos funcionales en defensa y protección de las víctimas de violencia familiar (artículo 378).

Ha tenido que pasar otra tragedia para que a cuatro años de la vigencia de la Ley 30364, recién se sancione con severidad a los malos policías que no cumplen sus deberes, nos referimos al cruento asesinato de Jéssica Tejeda Huayanay y tres de sus hijos (y dejado gravemente herido a otro), por parte de su pareja Juan Huaripata, en el distrito de El Agustino, donde numerosos testimonios de los vecinos y registros visuales, demostraron la actitud negligente de policías de la Comisaría de San Cayetano, en acudir en auxilio de las víctimas pese a estar a una cuadra de donde se desarrollaban los hechos y la pretensión de adjudicarse su captura.

Pero seamos claros, sin la justa indignación ciudadana, respaldada esta vez de pruebas irrefutables de la inacción de los policías de turno la madrugada de los sangrientos, nada hubiese pasado, todo se habría quedado en lamentos y lágrimas, y esto debe llamar a reflexión a nuestras autoridades, que la paciencia del pueblo “ya se agotó”, que no esperen estallidos sociales en las calles cuyo desborde puede devenir en incontrolable frente a tanta desidia e impunidad. Avisados están.