Soy mujer y quiero ser política
Esta es una frase que, a primera vista, es muy normal. Pero si a esto le sumamos: soy mujer, SOY PERUANA y quiero ser política, cambia radicalmente. No es igual decir: “soy mujer, soy danesa y quiero ser política”. No, no es igual.
Hace un par de décadas, cuando tuve que afrontar una coyuntura familiar que involucraba temas políticos para poder entenderlos y solucionarlos, descubrí lo difícil que es para las mujeres participar en política, activa o pasivamente, en nuestro país.
Es bueno recordar que en el Perú no fue sino hasta 1956 que se les permitió, únicamente a un grupo muy reducido de mujeres destacadas, participar en política mediante el voto. Después de este magno episodio, las peruanas tuvimos que esperar hasta 1980, veinticuatro años, para poder gozar del voto universal femenino, es decir, que todas las mujeres peruanas mayores de edad podíamos ejercer nuestro derecho a elegir a nuestras autoridades. Esperamos un cuarto de siglo.
Desde esa fecha, mucha agua ha corrido bajo el puente, y es un hecho que hemos avanzado en cuanto a la cantidad de mujeres que participan hoy en política. Sin embargo, en la práctica, la mayoría de cabezas de partidos políticos son hombres, dejando a las mujeres en cargos secundarios, sin poder o encasillándolas en temas femeninos. La mayoría de partidos convocan y escogen a mujeres “que los hombres puedan manejar para su agenda”; así podemos ver mujeres que se prestan a cubrir la cuota de género obligada por la ley, pero que no tienen una agenda de trabajo, llegan sin la preparación básica necesaria, y lo que es peor, no dejan un camino para que las futuras mujeres políticas transiten con mayor facilidad y éxito.
El sistema político está hecho por hombres y para hombres. Nuestra sociedad es una sociedad machista y conservadora (de lo bueno y de lo malo también), y la política no es ajena a esta práctica; pero es necesario que hagamos mea culpa en cuanto a que, como mujeres, en estos últimos tiempos no hemos dado la talla. Nos hemos dejado embelesar por lo efímero de los placeres del poder, hemos asumido los cargos públicos como un puesto de trabajo con sueldo privilegiado, nos hemos dejado manejar por el mejor postor.
No hemos interiorizado que ser elegida como representante de la nación es un apostolado, como el sacerdocio o como la milicia; es entregar esos años a la patria y por la patria.
El 2026 está a la vuelta de la esquina, y las mujeres debemos comprometernos con una agenda grande, donde no seamos más de lo mismo, sino la diferencia que necesita el Perú. Los partidos tienen la responsabilidad de buscar a los mejores cuadros femeninos en los cuales apoyarse, y no únicamente cumplir con una cuota de género con personas manipulables que no suman al desarrollo del Perú.
Si eres mujer y quieres ser política, debes competir, luchar y abrir camino con uñas y dientes para conseguir la igualdad de oportunidades para todas nosotras. Ser parte activa en la vida política de nuestra patria no es un camino fácil, ¡pero se puede!
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