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Sor María Del Socorro

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Fecha Publicación: 09/05/2020 - 19:40
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Estábamos en la oficina del Dr. Arnaldo Estrada, vicerrector académico de la UPAO. Después de veinte minutos la secretaria nos invitó a ingresar. “Alva Viale ¿de los Alva de Contumazá? preguntó. “No, de los Alva de Cascas”, respondí. “Viale, Viale”, repitió. “De los Viale de Talara”, intervino mi mamá. El vicerrector la observó sorprendido. Mi madre me apretó la mano como quien supone no debió decir nada. “¿Usted es Socorrito Viale?” volvió a preguntar don Arnaldo. “Sí, Doctor”. “¡Entonces Usted es la camaradita Viale!”, “Me llamaron así hasta los veintitrés, Doctor”. Don Arnaldo sonrió y le dijo: “La conocí cuando tenía cinco años, en el despacho de su tío. Mi primer trabajo fue con su tío Francisco”. Mi mamá es hija de Emilio Viale Chapilliquén, hermano de Francisco Viale, uno de los fundadores, con Luciano Castillo, del Partido Socialista del Perú, por eso y por su bondad la conocían en Los Órganos como “la camaradita”. Luego ingresó al convento de las Reparadoras del Sagrado Corazón de Jesús, de la calle Bellavista, en Miraflores. Allí dejó de ser la joven Socorro Viale Bancayán para convertirse en Sor María Del Socorro.

Cambió el trópico de Piura por la humedad de Lima y luego Lima por el frío de Áncash, de Yungay, localidad a la que llegó en diciembre de 1969. En abril de 1970 conoció a Don Antonio Alva, policía recién destacado a Yungay quien visitaba el convento casi a diario. Don Antonio Alva era mormón y se enlazaba con el cura en diálogos interminables que los hacían olvidar el clima templado del lugar, y así fue hasta la tarde del domingo 31 de mayo cuando Sor María del Socorro le dijo que el Padre no se encontraba y, de pronto, la tierra tembló, a lo que por un instinto de protección Don Antonio tomó a la monjita del brazo y corrió con ella hacia lo alto del cementerio mientras, posterior al movimiento sísmico de 7.9 en la escala de Richter, un bloque enorme del Huascarán sepultó a Yungay y a sus más de veinte mil habitantes. Fue en ese momento de desesperación, huyendo por sus vidas, cuando el policía y la religiosa se enamoraron. Entonces, la camaradita Viale, Sor María Del Socorro, se convirtió en doña Socorro Viale de Alva, mi madre, para quien va esta columna en su homenaje.