Sombrío 2022
A nadie, salvo que todavía existan ingenuos elevados a la enésima potencia, se le escapa la imagen de ingobernabilidad en la que ha caído el Estado, tanto por la demolición de su institucionalidad como por la inexistencia de políticas públicas, gestión y administración.
La Marca Perú está perdiendo aceleradamente su valor, ya parece un sueño intentar acceder a la OCDE, estamos perdiendo presencia en los mercados más competitivos porque no reforzamos las alianzas económicas que nos permitan vender mucho más a los que más pueden comprar, incrementando el valor agregado con tecnología de última generación, prefiriendo involucrar a nuestro país con los devaluados totalitarismos del chavismo y Foro de Sao Paulo y Grupo de Puebla para morirnos de hambre igual que ellos.
La estabilidad se ha perdido. No tenemos seguridad ciudadana y tampoco seguridad jurídica para sostener y defender la gran inversión de capitales nacionales y extranjeros de los cuales el Estado obtiene la mayor parte de sus ingresos fiscales, porque ahora al amagar sobre la formalidad y destruir puestos de trabajo, la informalidad se multiplica por miles y la recaudación fiscal caerá de modo estrepitoso.
Tampoco el Estado se ha preocupado por impulsar el desarrollo de grandes proyectos de inversión en minería, agroexportación, energía e infraestructura, entre otros, y menos establecer factores de competitividad con otros países que también buscan la misma inversión para sus planes de desarrollo. No hay nada.
Lo que sí abunda es la suma de hechos que vinculan al Presidente con graves actos de evidente connotación delictiva.
La cuestión es que, abundando tantos hechos en torno al Presidente, en el local de Breña y en el mismo palacio de gobierno, nuestros fiscales vienen demostrando una ineficiencia impropia para ejercer la función que la Constitución y las leyes les imponen, cuyos defectos ya aparecieron con el caso de los Dinámicos del Centro, que permitió la fuga de casi todos los involucrados.
Ahora la fiscal de la Nación nos sale con el cuento de abrir investigación al Presidente, pero posponer las diligencias para fijar los hechos obteniendo las evidencias que pueden desaparecer con el tiempo y más con el poder presidencial, hasta que aquel culmine su mandato, es decir, hasta el día de san blando.
Es evidente la jugada maestra de blindaje: abro investigación contra el Presidente, pero no lo investigo hasta el término de su mandato y, si no puedo realizar pesquisas en torno a la persona de éste ni sobre los lugares en donde ejerce funciones, con lo cual, los fiscales que investigan, aunque tardíamente, a los subordinados del Presidente tampoco podrán afectar esa esfera de protección.
Ya contento con imponerle el sombrero a la señora fiscal de la Nación, pasó al Poder Judicial a garantizar su “respeto a la independencia” de los jueces. Así cualquiera.
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