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Sociedad Zombi

Fecha Publicación: 23/11/2019 - 20:20
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Un zombi se ha instalado en las afueras de un establecimiento penitenciario. Un zombi extraño, un zombi en huelga de hambre. Al otro lado de la pared, su compañera zombi lo induce a que utilice todas las armas posibles, y el zombi llama a la prensa, el zombi llora, el zombi declara que se trata de un acto de amor contra la injusticia de tener a su zombi presa. El zombi es extranjero, pero ha aprendido a interpretar la conducta de estos ciudadanos.

El zombi sabe que nadie saldrá a enfrentarlo, está seguro que a pesar de las declaraciones sobre los cientos de miles y millones de dólares entregados no habrá un solo peruano que lo eche del espacio público donde se ha instalado, ni siquiera la policía municipal o el INPE. Todos los días se publica una nueva confesión sobre aportes no declarados a su compañera, aun así él sigue con “su reclamo”. Nadie reacciona. La oposición y el rechazo se reduce al espectáculo de la sorna, a memes que se viralizan de celular a celular, pero en la práctica nada. Ni un solo indignado. Nadie. Es nuestra cultura, afirman. En otro escenario no habrían permitido semejante atrevimiento. Aquí la ciudadanía duda, los políticos dudan cuando deberían tener claro que en política no se duda porque la política es el arte de tomar el toro por las astas; un ejercicio que todavía no se entiende en nuestros predios. Alrededor del zombi, otros zombis deambulan protegiéndolo.

Una verdadera épica siniestra: la zombi y el padre, presos; miles asesinados por el hambre, cientos corrompidos por el plástico y embrutecidos por la indecencia. Por eso el zombi sigue allí, sabe que no habrá reacción, sabe que sobrevive en una sociedad a la que no solo le devoraron el cerebro. Lima tiene congelado el corazón, quizá por eso la inacción o el miedo.