Sin anestesia
El país tardó un año y medio en extirpar el tumor canceroso que representaba Pedro Castillo, aquel profesor rural que robó dinero de los contribuyentes ni bien ganó por un puñado de votos las elecciones. Desde la famosa casa de Sarratea, se formó la organización criminal liderada por el chotano, que viene cayendo como castillo de naipes. Finalmente, Castillo, atemorizado por la salida de algún material en el que Salatiel Marrufo le entregaba coimas que había pagado Sada Goray, dio un golpe de Estado, el 7 de diciembre, motivo por el cual está en el penal de Barbadillo, acusado de los delitos de rebelión y conspiración.
Pedro Castillo ganó de “casualidad”, como dice el comunista Vladimir Cerrón los últimos comicios (la caída económica -y a su vez el ausentismo- por la pandemia de la covid-19, además del apoyo de los caviares -rebautizados como cojudignos- movilizados en redes sociales, fueron cruciales para que el analfabeto funcional triunfe). Pero Castillo no llegó solo al poder, sino que lo hizo en la plataforma de Perú Libre, agrupación de Cerrón, con un ideario marxista, leninista y mariateguista (y yo agregaría senderista ante su evidenciado feeling por los terroristas). Lo inexplicable es que el partido político que puso en riesgo la democracia en el país, al colocar en el poder a un golpista y corrupto, hoy podría ser premiado con un lugar en la Mesa Directiva.
Diversos parlamentarios supuestamente de derecha han salido a llenar de elogios al izquierdoso Waldemar Cerrón, con el único objetivo de que este acepte integrar una lista a la Mesa Directiva con el “bloque democrático”. Sin embargo, al igual que su colega María Agüero, Waldemar no se atreve a calificar de terrorista a la ‘Camarada Vilma’, vocera de los remanentes de Sendero Luminoso en el Vraem, ni tampoco quiere referirse como un grupo terrorista a SL. ¿Puede un filoterrorista participar en la dirección del Congreso? La respuesta es un rotundo no, así que, si vemos a este personaje en una lista de centroderecha, los parlamentarios demócratas habrán renunciado a sus principios.
Y se puede negociar de todo, menos los principios. Estos deberían ser irrenunciables. La izquierda -que apoyó a Pedro Castillo y ama con locura a Sendero- no debería tener un asiento en la Mesa Directiva. Al contrario, Perú Libre y su escisión, el Bloque Democrático, tendrían que ser tratados como parias. Estas demostraciones de cariño entre legisladores que alucinan ser de derecha con los zurdos no es más que una traición a los votantes. Y los traidores están en el último infierno de Dante.
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