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Silvia Plath: el peso de una sombra

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Fecha Publicación: 30/05/2023 - 22:30
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Cuando le avisaron que su padre había muerto, Silvia Plath, que tenía nueve años, sólo atinó a decir: “Ya no podré hablar con Dios”. Más tarde, en la plenitud de su azarosa juventud, escribiría un desgarrador poema sobre esa figura paterna intolerable y atroz que le segó la vida. Un poema que paradójicamente tituló: Papi.

“Tú ya no, tú ya no/ Me sirves, zapato negro/ En el que viví treinta años/ Como un pie, mísera y blancuzca/ Casi sin atreverme ni a chistar ni a mistar/ Papi, tenía que matarte pero/ Moriste antes de que me diera tiempo/ Saco lleno de Dios, pesado como el mármol.

Estatua siniestra, espectral…/ Yo solía rezar para recuperarte/ En tu lengua alemana, en tu ciudad polaca/ Aplastada por el rodillo/ De guerras y más guerras/ Ni siquiera podía hablar contigo.

La lengua se me pegaba a la boca/ Se me pegaba a un cepo de alambre de púas/ Una locomotora, una locomotora/ Silbando, llevándome lejos, como a una judía/ Una judía camino de Dachau, Auschwitz, Belsen...”.

Nacida en Boston, Massachusetts, logró publicar su primer poema a los 8 años en una revista literaria de la ciudad. Ya para entonces, el peso de la sombra del autoritarismo paterno la había aplastado para siempre. Sin embargo, estudió en el Smith College y luego, con una beca, en la Universidad de Cambridge. El peso de la sombra no la dejaba respirar y tuvo varios intentos de suicidio, a los que sucedieron interminables terapias y fulgurantes electroshock.

“Siempre te tuve miedo: a ti, a ti/ Con tu Luftwaffe, con tu pomposa germanía/ Con tu pulcro bigote y esa/ Mirada aria, azul centelleante/ Hombre-pánzer, hombre-pánzer, Ah tú/ No eras Dios sino una esvástica/ Tan negra que ningún cielo podía despejarla/ Toda mujer adora a un fascista/ La bota en la cara, el bruto/ Bruto corazón de un bruto como tú”.

Perla de Massachusetts que sollozaba sin lágrimas. Obsesionada, deprimida, ausente, fue una de las primeras en escribir poesía testimonial, intimista, llena de alusiones personales. También escribió una única novela: La campana de cristal, el itinerario de una angustia adolescente y la alegórica figura del horno de su casa en el que metió su cabeza para matarse el 11 de febrero de 1963 a los treinta años de edad.

“El hombre de negro que partió/ De un bocado mi lindo y rojo corazón/ Yo tenía diez años cuando te enterraron/ A los veinte intenté suicidarme/ Para volver, volver a ti…/Hay una estaca clavada en tu grueso y negro/ Corazón, pues la gente de la aldea jamás te quiso/ Por eso bailan ahora, y patean sobre ti/ Porque siempre supieron que eras tú, papi/ Papi, cabrón, al fin te rematé”.

Jorge.alania@gmail.com

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