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Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabra de vida eterna

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Fecha Publicación: 21/08/2021 - 20:00
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Estamos ante el Domingo XXI del Tiempo Ordinario. En la primera lectura Josué se dirige a todo el pueblo y les dice: ¿a quién queréis servir, al Dios de Abraham, de Isaac y Jacob o al dios que nos ofrece el mundo? Es importante el testimonio, la confesión de fe, que nos ofrece el mundo, el de los amorreos. Y el pueblo contestó: lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses extranjeros. Esto es lo que nos propone hoy el Señor ¿a quién quieres servir, al Dios de Jesucristo, qué ha dicho la verdad, que se ha humillado, que ha cargado con la injusticia; o al dios del dinero que nos ofrece el prestigio y la fama el ser alguien? Por eso contesta el pueblo: lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros. Nosotros serviremos al Señor, porque Él es nuestro Dios. Hermanos, estamos ante este momento importante ¿A quién queréis servir? La felicidad no está en el prestigio, la política, la fama o el reconocimiento, sino que está en Dios.
Por eso respondemos con el Salmo 33: gustad y ved que bueno es el Señor. Gusta de lo que te ofrece el Señor. Aunque el justo sufra muchos males, de todos los libra el Señor. El Señor redime su siervo, no será castigado quién se acoge a Él. Bien, hermanos, esta es la verdad, la felicidad no está en poseer, sino en experimentar el Dios del amor.
En la segunda lectura, tomada de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios, el Señor nos invita a ser sumisos, someternos el uno al otro; pone un ejemplo: las mujeres que se sometan a sus maridos, como al Señor, y también los maridos tienen que someterse a sus mujeres. Amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Amar a la mujer es amarse a sí mismo. ¿Qué es lo que cambia el Perú y tu familia? el ser uno con tu mujer, uno con tu marido, es decir es amar, y esta es la gracia que recibimos de Dios. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. Esto es lo que está esperando el mundo de hoy, ver una sola carne; aunque se piense distinto. Es lógico, la mujer pensará de una forma, el hombre de otra, pero someterse es la gran libertad que nos ofrece el Señor, la libertad de decir lo que uno piensa y morir a nuestro yo para que surja el nosotros.
En el Evangelio de San Juan vemos que muchos discípulos que seguían a Jesús, al oírlo le dicen: este modo de hablar nos escandaliza, ¿quién puede hacerte caso? A lo que Jesús responde: ¿esto os hace vacilar? el Espíritu es quien da la vida, la carne no sirve para nada. Hermanos ¿a dónde vas tú, a dónde voy yo?, vamos hacia nuestra tierra prometida, el cielo, y el cielo comienza ya, la carne no sirve de nada. Estar en la carne es no defender lo que Dios te revela, lo que Dios te inspira, lo que Dios te dice. La carne no sirve, lo que sirve es el espíritu. Por eso hermanos defiendan el Espíritu de la predicación del cristianismo y serán felices. Jesús sabía desde el principio quién no creía, y esto se cumple hoy. Uno muchas veces en la Iglesia, en la asamblea, se ve quienes creen quienes no, se ven las caras, las formas de estar en la liturgia. Y continúa: por eso muchos se echaron atrás, no siguieron más a Jesús, porque lo buscaban por los milagros exteriores y no por el Espíritu Santo que nos revela al Padre. Por eso Jesús hace una pregunta a los doce: ¿también ustedes quieren marcharse?; y Simón Pedro contesta: ¿a dónde vamos a ir? si solamente tú tienes palabras de vida eterna. Por eso hermanos en la Iglesia se te da la vida eterna ¿a dónde podemos ir? y sigue diciendo también Pedro: sabemos que tú eres el santo, el consagrado por Dios, el Mesías. ¿A dónde vamos a ir? Solamente en Cristo, en la Iglesia, está la vida eterna. Por eso muramos a nuestro yo, a nuestro egoísmo, a querer llevar la razón, muchas veces nuestra justicia. Sigamos a Jesús que es el consagrado por Dios, es decir, que muere a sí mismo y se deja clavar en la cruz. Por eso el Padre lo resucita. Dios quiere resucitarnos de la muerte. Ánimo, hermanos, que Dios nos ama y ha dado la vida para darnos este Espíritu, la gracia para poder ser felices y anunciar el reino de Dios. Invoquemos al Espíritu Santo para que Dios nos dé su gracia y seguir plenamente a Jesús, sin ideologías, sin querer llevar la razón, sin defender nuestras ideas, dando la vida siguiendo a Jesús hasta la cruz, porque tenemos garantía de que existe la resurrección.

Que el Señor les bendiga y les dé la gracia de seguir a Jesús.
Mons. José Luis del Palacio
Obispo E. del Callao

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