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Senadores y diputados ante el desafío democrático

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Fecha Publicación: 29/05/2025 - 21:50
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Nuestros próximos senadores y diputados afrontarán un verdadero desafío democrático. El concepto del parlamento se arraiga en una lucha centenaria contra el poder absoluto. Desde las primeras asambleas que buscaron limitar la autoridad de los monarcas hasta los complejos cuerpos legislativos modernos, el parlamento ha sido concebido como el espacio primordial para la representación de la voluntad popular, la deliberación, la creación de leyes y, fundamentalmente, el control del poder ejecutivo. Es la institución que encarna la soberanía del pueblo y constituye un pilar insustituible de cualquier sistema democrático.
En este contexto histórico y funcional, el Perú se enfrenta hoy al retorno de un Congreso bicameral, producto de una apurada reforma constitucional promulgada a carreras, que muchos consideran ya un “híbrido desbalanceado”.
La Constitución de 1979 ya conocía el bicameralismo. Sin embargo, nada parecido a la supremacía funcional que ahora ostentará el Senado. Esta cámara alta, históricamente concebida en muchos sistemas para aportar una visión más reposada y de control cualificado, aquí adquiere un poder imponente. No solo revisará —y podrá archivar— las leyes votadas por los diputados: también definirá la composición del Tribunal Constitucional, el directorio del Banco Central, la Contraloría y la Defensoría del Pueblo. Su poder se proyecta sobre las llaves de la legitimidad política, económica y jurídica. Estaríamos ante un Senado superpoderoso.
La Cámara de Diputados, pensada como caja de resonancia regional y canalizadora de la diversidad territorial —una función representativa vital para la salud democrática—, conserva el poder de la iniciativa legislativa y la rendición de cuentas del gabinete, pero ya no goza de la última palabra. Aun así, su mayor novedad no radica en sus atribuciones, sino en su elección: las circunscripciones serán, por primera vez, íntegramente regionales.
La futura Cámara de Diputados se perfila diversa, pero también frágil. Si bien la representación regional es un pilar democrático, el Senado permite ahora la postulación simultánea a la presidencia y al Senado, incentivando candidaturas testimoniales cuya verdadera meta es asegurar un escaño privilegiado por cinco años.
El diseño final parece seguir dos lógicas contrapuestas: empoderar al Senado, donde prevalece el voto nacional, y dispersar la Cámara de Diputados, con escaños atomizados en clave regional. El resultado se asemeja a una pirámide invertida: la cúspide concentra el poder, y la base se ensancha sin sostén operativo. Si el Senado representa la República y la Cámara de Diputados la Federación —parafraseando a Tocqueville—, el Perú parece privilegiar la primera, a riesgo de que la segunda, clave para la representación directa, se convierta en un foro testimonial.
El modelo refuerza pesos y contrapesos, pero la madurez y la legitimidad de un parlamento no se decretan por ley. La verdadera prueba será su capacidad para representar genuinamente, legislar con sabiduría y controlar eficazmente. El 2026, senadores y diputados tendrán ante sí un reto histórico.

Por José Oré León

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