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¿Se repetirá nuestra mala historia?

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Fecha Publicación: 26/10/2022 - 22:55
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Es un hecho evidente que el marxismo leninismo, estalinista, maoísta, mariateguista o como quieran llamarlo, ha ido infiltrando a sus agentes en todos los organismos supranacionales y en todas las organizaciones vinculadas a tratados internacionales, bilaterales o multilaterales, celebrados entre los Estados para controlar la defensa del medio ambiente, el trabajo, la lucha contra la corrupción y la ilegalidad, entre otros, desde los cuales esos agentes han venido maniatando la actividad del Estado en la explotación de sus recursos, en su dinámica económica, en la lucha contra la delincuencia y, especialmente, contra los grupos subversivos y terroristas que no respetan ley alguna, haciéndose, de facto, dueños de un nuevo poder mundial.

Condenan a todos los Estados que han asumido sistemas democráticos de gobierno basados en el equilibrio de poderes, impugnan la aplicación del gran capital, nacional o extranjero, necesario para el desarrollo de grandes proyectos, se esmeran en defender derechos humanos de los delincuentes y de los miembros de organizaciones terroristas olvidando que los que queremos paz también somos titulares de esos derechos y que a los que atentan contra los objetivos de un Estado de Derecho dirigidos a la paz y seguridad no pueden pretender una priorización sobre aquellos que sí respetan la ley y quieren vivir en paz, teniendo como ejemplo de esta contradicción a la actitud del rojerío infiltrado frente a las dictaduras de Nicaragua, Venezuela, Cuba y los populismos autocráticos de Argentina, Bolivia, que es completamente diferente a la asumida frente al gobierno de El Salvador donde se han adoptado medidas extraordinarias para pacificar ese país, pero no olvidemos que más adelante irán a la yugular del presidente tal como ya lo hicieron con Uribe en Colombia y en otros lugares del mundo.

Esta reflexión se origina porque recordamos que cuando se produjo la captura de Abimael Guzmán Reynoso, éste, para salvar a sus huestes, firmó un acuerdo de paz paralizando todas las acciones armadas del sanguinario Sendero Luminoso e iniciar otra fase de guerra política, pero no desde el interior del país sino desde los organismos supranacionales para, políticamente, destruir jurídicamente todo lo hecho por el Perú en contra de su agrupación terrorista, para continuar su ruta hacia el poder creando organizaciones de fachada, en teoría, distintas a Sendero, para evitar la persecución de sus militantes.

Ahora que Pedro Castillo llegó al poder con un programa de gobierno en el que se define como marxista leninista mariateguista, luego de liderar una facción magisterial de la cual nacen otros grupos vinculados a Sendero, su aspiración totalitaria se detuvo porque la corrupción más vil carcomió a todo su gobierno, ahora apela a la OEA denunciando una absurda tesis de golpe de Estado, ante la cual ese organismo nos envía una comisión que, ojalá no ocurra, abrirá caminos políticos para quebrar la institucionalidad y jaquear al Ministerio Público. Si logran frenar la colaboración eficaz todo estará perdido.

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