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¿A santo de qué, creerle presidente Castillo?

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Fecha Publicación: 14/04/2022 - 22:40
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A lo largo de estos tortuosos nueve meses de gestión de Pedro Castillo, los peruanos hemos asistido a más de un escenario en el que políticos y personalidades de variados sectores fueron convocadaos por éste a Palacio de Gobierno a una especie de rondas de diálogo, supuestamente en la búsqueda de salidas a las graves crisis políticas originadas por su propia administración y que afectaban la paz social en el país, además de la economía.

En todas, a su culminación salían los invitados y hacían las veces de “voceros oficiosos” de Castillo y auguraban cambios y enmienda en el rumbo del país, porque así se había comprometido el jefe del Estado durante las conversaciones, inclusive anunciaban al efecto mensajes o comunicados de su parte en cuestión de horas, todo lo cual nunca sucedió.

Estos diálogos no fueron sino, a juzgar por los resultados, una gran “mecida” a fin de ganar tiempo, un distractivo para la ciudadanía, que esperaba con urgencia dichos cambios y enmienda, en tanto que el presidente Castillo continuaba socavando el aparato estatal repartiendo los cargos y puestos de altos funcionarios entre las organizaciones con representación parlamentaria, no importándole la meritocracia y la experiencia de gestión, duele decirlo pero el Perú en su Bicentenario al parecer fue visto por un grueso sector de la izquierda, como un gran botín de guerra al que había que repartirse para asegurarse el retener la presidencia de la República amenazada por serias y delicadas investigaciones en sede de la Fiscalía sobre el entorno palaciego y altos funcionarios del Gobierno, que pudieran dar pie a juicios políticos que terminarían con su inhabilitación para ejercer la presidencia; en tanto que en el Legislativo, sus aliados o compañeros de ruta garantizaban su permanencia por cinco años, con las prerrogativas que el cargo les confiere.

No nos engañemos, el jefe del Estado sabe del desastre de su gestión, muchos se lo han advertido (de que carece de visión, que está dinamitando la administración pública y las reformas de Estado, comprometiendo la salud y la economía nacional), pero a él todo esto le entra por un oído y en pocas horas le sale por el otro, ya gustó, ya probó del poder, hoy es la persona que ejerce el máximo poder político del Perú y decide sus prioridades por sí y ante sí, y no está dispuesto a perder ese privilegio, echará mano a cuanto tenga a su alcance para sobrevivir hasta el 2026 y quizá librar la cárcel cuando deje la banda presidencial.

No hay un solo ejemplo que citar, al cual apelar, al cual aferrarnos, para creer que esta vez habrá de virar el rumbo y conducirse hacia una gestión con capacidad y unidad, dejando discursos de enfrentamientos sobre la base de la desigualdad social, ya con cinco muertos fruto de la protestas sociales, parientes con orden de prisión preventiva, aspirantes a colaboradores eficaces que lo sindican de conocer de supuestos delitos en su Gobierno, habiendo empoderado a los agresores de mujeres poniéndolos en cargos de decisión, con acusación constitucional admitida y moción de vacancia en trámite, ¿a santo de qué habremos de creerle ahora?

Su último ensayo ha sido el Acuerdo Nacional y el cárdenal Pedro Barreto, a quienes también ha señalado que todo será diferente. Si bien la esperanza es lo último que se pierde, me temo que quizá cambios habrá, pero en esencia serán más de lo mismo, la repartición del poder a costa del Estado. Ojalá me equivoque.

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