Santa Rosa: la paz que debemos defender en el Amazonas
“La paz no es solo la ausencia de conflicto, sino la presencia de justicia, entendimiento y diálogo entre los pueblos.”
La reciente tensión limítrofe provocada por Colombia, en torno a la soberanía de la isla Santa Rosa en la frontera amazónica, enciende una alerta en la región sobre la falta de respeto, por parte de algunos gobernantes, a los acuerdos limítrofes, poniendo en evidencia que no les interesa recordar etapas dolorosas como consecuencia de los conflictos entre países hermanos. Hoy, más que nunca, la cooperación y el diálogo deben prevalecer.
Es importante mencionar el Tratado de Límites de 1922, que fijó la frontera en el cauce más profundo del río Amazonas. La isla Chinería fue asignada al Perú por la Comisión Mixta Demarcadora de Límites del año 1929, en aplicación del Tratado Salomón-Lozano. Se indicó que, de la referida isla, se separó una pequeña parte al sur, donde se encuentra la población de Santa Rosa, que luego se ha vuelto a unir, y hoy es una sola isla. Este tema es motivo del actual conflicto diplomático que, más que buscar solucionar diferencias, parece responder, en el caso colombiano, a estrategias políticas internas.
En junio pasado, el Congreso del Perú aprobó la creación del distrito de Santa Rosa de Loreto, fundamentándose en la histórica presencia peruana, reflejada en escuelas, oficinas administrativas y migratorias, así como una población establecida desde hace décadas. Colombia, por su parte, sostiene que la isla aún no ha sido formalmente asignada al Perú y exige la reactivación urgente de la Comisión Mixta Permanente para la Inspección de la Frontera (COMPERIF).
Sin embargo, el tono beligerante del presidente colombiano, Gustavo Petro, evidencia intenciones más políticas que diplomáticas. Ante una crisis interna creciente, Petro ha elegido trasladar simbólicamente la conmemoración de la Batalla de Boyacá a Leticia, ciudad fronteriza con Perú, agitando sentimientos nacionalistas para distraer la atención de los problemas domésticos. Esta maniobra, aunque efectiva en el corto plazo, pone en riesgo la estabilidad regional.
En respuesta, el Consejo de Ministros del Perú se reunirá en Santa Rosa, haciendo de esta visita una respuesta directa a la intencionalidad política de Petro.
La historia reciente nos muestra el daño profundo de los conflictos fronterizos en nuestra región, como ocurrió en 1995 con la Guerra del Cenepa, donde Ecuador agredió al Perú, que tuvo que reivindicar su territorio y expulsar a los agresores. Ese conflicto amazónico costó vidas, deterioró relaciones bilaterales, destruyó valiosos ecosistemas y dejó heridas que aún no terminan de sanar. Una lección amarga que no debe repetirse jamás.
Lo que está en juego hoy en Santa Rosa no es solo la soberanía territorial, sino la capacidad de enfrentar conjuntamente retos comunes como el cambio climático, la deforestación y el narcotráfico. El Amazonas no puede ser territorio de discordia, sino de cooperación estratégica que beneficie a todos los pueblos.
Es momento de apelar a la diplomacia. Las fronteras vivas requieren soluciones pragmáticas, no confrontaciones inflamadas por intereses coyunturales. Colombia y Perú, países hermanos por historia y geografía, deben asumir esta controversia como una oportunidad para demostrar madurez democrática y compromiso con la paz continental.
Que Santa Rosa, pequeña isla surgida del gran río Amazonas, se convierta en símbolo no de división, sino de unidad, diálogo y esperanza.
Por José Oré León
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