Sanar las heridas de la infancia
La infancia es la edad más importante de la vida humana, el infante comienza a internalizar a través de los sentidos todo lo que se encuentra a su alrededor, empezando por los padres, los hermanos, la familia, el barrio, los amigos, la escuela, los maestros, todas esas vivencias van moldeando la personalidad, y si en el transcurso del desarrollo ha sido la persona víctima de inadecuadas experiencias es importante afrontarlas porque van a causar dificultades en el desarrollo de su vida, en lo personal y sus relaciones con las demás personas; puede ser un niño o niña tímida, insegura, desconfiada, agresiva, insatisfecha, pocas amistades, se aísla de los demás, falta de comunicación con los padres y maestros, no dándoles la oportunidad al niño o niña, hablar lo que siente por vergüenza, temor, miedo o que la responsabilicen que él o ella es la culpable de lo que ha sucedido.
Estos episodios incontestados, que no han sido resueltos, pueden perdurar hasta la adultez si no se trabaja el mundo emocional; los padres, la familia, la escuela, deben ser permanentes observadores del comportamiento de los menores para abordarlos en el momento oportuno y evitar consecuencias fatales como la ansiedad, la angustia, depresión, limitaciones de sentirse que no son capaces de ejecutar determinadas acciones.
El caso que les voy a comentar se trata de un adolescente que vive con la abuela materna, la madre murió y el padre bilógico lo reconoció, pero lo abandonó; ese niño, que ha comenzado la adolescencia, se siente solo, incomprendido, rechazado, abandonado, no amado, marginado por los propios tíos, hermanos de la madre difunta y que cometen el gran error de compararlos con sus hijos, es decir, sus primos hermanos, que son más inteligentes que él, la consecuencia es que el adolescente está rebelde, no desea estudiar, no puede conciliar el sueño, falta de apetito, no tiene deseos de nada, la abuela, carente de afecto, los tíos, a pesar de ser profesionales, abogados, no se apiadan del sobrino que sufre en silencio por la muerte de su madre, el abandono del padre y la falta de amor, cariño, comprensión de la familia. Es un candidato a refugiarse en las drogas, alcohol, malas juntas, comportamientos antisociales y a convertirse en un paciente psiquiátrico, su vida emocional pende de un hilo que en cualquier momento se rompe. Se ha conversado con la familia, exponiéndoles todos los riesgos y cómo hay que actuar con él, para preservar malas consecuencias, inclusive, se le ha recomendado que concurra al Hospital Víctor Larco Herrera, al departamento de psiquiatría de niños y adolescentes para que lo puedan ayudar y salvar una vida emocional que está herida por las inadecuadas experiencias que el menor ha vivido y sigue viviendo. Ojalá reaccionen y no sea demasiado tarde por el bien de este adolescente que está en desarrollo y existe la necesidad de trabajar muchas áreas, principalmente la emocional, junto con la familia, para que tenga soporte emocional y se instale en su mundo interior una razón porque vivir.
Muchos casos de estos existen en el mundo y en este país, que hay que actuar y no lamentarse y llenarse de justificaciones. “Una vez, una persona vio en la calle a una niñita temblando de frío con un vestidito ligero, con poca esperanza de encontrar una comida decente. Una persona se enojó con Dios y le dijo: ¿Por qué no haces algo para remediar esto? Dios le respondió de pronto diciendo: Ya hice algo para remediarlo…Te hice a ti.”
Muchas veces culpamos a Dios por todas las cosas que pasan y no pensamos en que realmente Dios confía en nosotros para hacer de este mundo mejor.
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