San Martín y Bolívar: de Guayaquil a la Patria Andina
Con enorme relevancia en el registro histórico bicentenario del proceso de la independencia de los países andinos y de América, en la ciudad de Guayaquil, Ecuador, hace 201 años, se reunieron el argentino, José de San Martín y Matorras (1778-1850), y el venezolano, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios (1783-1830), los libertadores del continente, cuyos roles precipitaron nuestro desencadenamiento de España, por ese momento removida en sus entrañas políticas por la Ilustración del siglo XVIII, por Napoleón Bonaparte, que alteró la geopolítica europea y desde luego, ostensiblemente de la península ibérica, luego por las guerras carlistas de la segunda década del siglo XIX y por otras revoluciones europeas que siguieron en ese siglo dominado, también por esa época, por las contradicciones entre el impacto de la Segunda Revolución Industrial en Inglaterra y una Europa continental, todavía ruralizada.
Ambos, coetáneos, que vivieron la Europa que acabo de describir, una vez que retornaron a la tierra que los vio nacer y crecer, y de emprender los planes libertarios, debían seguir el decurso de sus acciones independentistas hasta hallarse uno frente al otro, por lo que el encuentro entre ambos genios de la política y el militarismo americano del comienzo del siglo XIX, era inexorable.
Sus famas, entonces, no podían mutuamente pasar inadvertidas, y por eso verse in pectore terminó siendo una circunstancia imperativa de necesidades e inquietudes intrínsecas que jamás se hubieran perdonado. De lo que se dijeron exactamente en la reunión de aquel 26 de julio de 1822 como hoy –era día sábado–, para ser serios y objetivos con la historia que nos lo demanda, en realidad nadie sabe fehacientemente acerca del contenido ni del tono de lo que se dijeron, por lo que todo lo que se ha escrito, incluso a poco del encuentro –a Bolívar lo llamaban Libertador y a San Martín, Protector– y hasta la prosa imaginativa de Jorge Luis Borges en su cuento “Guayaquil” (1970), seguirá hallándose en el único ámbito que el rigor de la propia historia puede admitir: la especulación.
Juntando en mi biblioteca una montaña de fichas –las veces que fui a Guayaquil siempre terminaba trayéndome nuevos libros sobre este acontecimiento–, me quedo con “una novela fascinante que recrea lo que solo Bolívar y San Martín supieron que ocurrió”, del periodista bogotano Mauricio Vargas en su obra “AHÍ LE DEJO LA GLORIA (2013)”. Los dos, que se respetaron y nunca fueron enemigos, creyeron en la independencia, y fueron estrategas, el yapeyuano con su plan continental y el caraqueño con el sueño de la integración continental.
El fracaso para llegar a acuerdos estaba cantado; luego de la cena ofrecida por Bolívar el domingo 27 de julio, San Martín partió hacia Lima y de aquí, luego se alejó para siempre de nuestras tierras, y Bolívar, en cambio, emprendería, al año siguiente, su llegada al Perú. Dos soles no pueden brillar bajo el mismo cielo. Esa fue la realidad.
Era muy difícil concebirlos uno subordinado al otro; sin embargo, ambos fueron grandes porque forjaron la PATRIA ANDINA –Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Venezuela–, sin que así la llamaran, y que, habiéndola compartido a los actuales Parlamentarios Andinos, y luego, políticamente llevarla adelante cuando canciller del Perú, la seguiré impulsando hasta consumarla, por la integración de nuestra Subregión Andina.
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