Salvo improvisación y corrupción, Castillo no dejó valla a superar
Ha quedado meridianamente claro, salvo para contados países latinoamericanos, que Pedro Castillo se suicidó políticamente al tomar la decisión “por sus pistolas” de quebrantar el Orden Democrático y Constitucional del país, tan claro hasta para el observatorio de Derechos Humanos “Human Rights Watch”, que en comunicado oficial del 22 de los corrientes a propósito de la violencia desatada en los últimos días en el Perú, ha señalado en un extremo que: “El entonces presidente Pedro Castillo detonó la crisis actual al anunciar el 7 de diciembre la disolución temporal del Congreso y la “reorganización” del Poder Judicial, en lo que en la práctica constituyó un intento de golpe de Estado. En respuesta, el Congreso destituyó a Castillo, y la vicepresidenta Dina Boluarte asumió la presidencia. Miles de manifestantes han salido a las calles para pedir elecciones anticipadas”. Así las cosas, Castillo será recordado como el aprendiz de dictador cuyo afiebrado propósito de reunir en él todos los poderes públicos, desde su privilegiada posición de jefe del Estado en funciones, le duró menos de dos horas al funcionar la Institucionalidad de nuestra República y que producida su caída se da paso al balance de gestión, al que obviamente no hace falta un erudito análisis situacional de cómo fueron halladas las entidades que integran el Ejecutivo para inferir que estaban en estado calamitoso, a su suerte, sin norte ni visión, de ahí su poca o nula capacidad de gasto del Presupuesto Anual 2022.
En razón de la sucesión presidencial, la abogada Dina Boluarte dirige los destinos del país hasta el 2024, en que se adelantarán las Elecciones Generales como lo ha aprobado a regañadientes el Congreso de la República, salvo que por eventos excepcionales deba dejar la jefatura del Estado. La nueva Administración ya va designando dos presidentes de Consejo de Ministros y cambiado prontamente varios ministros, lo que denota cierto grado de apresuramiento al escoger a su gente, que no obstante es altamente tolerado por la opinión pública al ver que en su mayoría son personas técnicas experimentadas en sus campos, encabezados por un vocero político que se muestra comunicativo y convocante, Alberto Otárola, a diferencia de sus antecesores, sin perder de cuenta que Castillo y compañía no dejaron ninguna valla a superar, salvo los altos índices de improvisación y corrupción que ya se investigan. Lamentablemente, a la caída del golpista han fallecido 21 peruanos (según la Defensoría del Pueblo al 21DIC.) en el contexto de las protestas sociales y por lo cual expreso mis condolencias a sus deudos. Muertes que deben ser investigadas a la brevedad posible, por los poderes u organismos públicos ajenos al Ejecutivo, que esperemos dará todas las facilidades para el esclarecimiento de los hechos, sin lo cual no podrá sellarse la anhelada paz social que busca la era Boluarte. Aprovecho para desear a todos los hogares del Perú una ¡bendecida Navidad!
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