Saludo aguirreño
Hace muy pocos días se celebró el sexagésimo aniversario de mi colegio, el emblemático Colegio Militar Elías Aguirre, donde tuve la oportunidad de completar mis estudios secundarios y, a la vez, cumplir con el sagrado deber de servir a mi patria, formando parte de la reserva de nuestro glorioso Ejército Peruano.
De nuestra alma mater (la madre que nutre) se puede escribir y decir infinidad de cosas, y todo ello no alcanzará para describir las emociones de la convivencia en un internado de régimen militar, por un periodo de tres años, donde sabiamente se combinan la formación académica con la formación militar.
Ingresé a los trece años, era uno de los menores de mi promoción; todos éramos adolescentes, a quienes se nos enseñó a tener una estructura: a formar en columnas y filas, a usar la misma ropa, a llevar el cabello muy corto, a correr, marchar y desfilar; se nos enseñó también a obedecer las instrucciones y conocer las consecuencias de no obedecerlas; llevo viva la imagen de nuestros instructores, en ese momento odiados por nosotros, fueron ellos quienes reemplazaron a nuestros padres en un ambiente que se convirtió en nuestro hogar. En pocas semanas adquirimos las habilidades necesarias, una suerte de madurez; y, sin darnos cuenta, comenzamos a admirar y respetar a nuestros instructores.
En la formación de cualquier persona, es fundamental la organización o estructura; a los niños se les debe leer y enseñar a leer, a conocer los colores, a decir la hora, a asearse, entre otras cosas; lo mencionado, corresponde al hogar, no a la escuela; creo que no hemos olvidado las indicaciones de nuestros padres o de nuestros familiares mayores: cuida tus modales, respeta a tus mayores, mide tus palabras; todo esto, nos fue moldeando adecuadamente.
Tuve la dicha de tener un buen comienzo en mi formación, primero en mi natal Bolívar, después en Trujillo, luego en mi colegio militar, en Chiclayo; en todos esos espacios encontré una estructura; conforme uno se va desarrollando, va interiorizando los valores y organizando su vida estructuralmente. Puedo decir que el factor determinante no es dónde comienza tu existencia, sino lo que haces con ella, eso te llevará a dónde terminarás en la vida; si tenemos la oportunidad y creemos en nosotros mismos, en la sociedad y en el país, y consideramos que somos mejores y nos preparamos para ello, lograremos el éxito.
“Disciplina, Moralidad y Trabajo”, el lema de los colegios militares de nuestro país caló profundamente en mi vida y en la de todos quienes hemos pasado por ellos; así como la efigie de Remigio Elías Aguirre Romero, personaje ejemplar, verdadero paradigma de valor, valentía, coraje y sacrificio, quien ofrendó su vida, en su condición de segundo comandante del monitor Huáscar, en el cruento combate de Angamos.
Debo reconocer y agradecer a mi Colegio Militar Elías Aguirre muchas cosas, dentro de ellas: el ferviente amor a la patria, el auténtico patriotismo, la responsabilidad, el deseo de superación; este tipo de instituciones verdaderamente contribuyen al progreso y desarrollo de nuestro país; mención especial merece el acendrado espíritu de cuerpo, algo que puede servir de modelo a todos los peruanos para lograr la integración, mediante el cultivo de los valores humanos y las virtudes morales, así como el cumplimiento de nuestros deberes cívicos y patrióticos.
En este aniversario, hago llegar mi saludo y reconocimiento al Coronel Director, a la corporación de oficiales, técnicos y suboficiales, a los docentes y personal administrativo, al batallón de cadetes y a los hermanos excadetes; invocando a conservar encendido en nuestro corazón el homenaje permanente a nuestro patrono y a nuestra institución, manteniendo la unidad y el deseo de superación. ¡Feliz 60º Aniversario!
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