Salud mental S.O.S
El derecho a la salud es un derecho humano esencial de la persona y parte integrante de este derecho es nuestra salud mental. Su pleno disfrute y realización depende de la intervención del Estado, de proveer las condiciones necesarias para su ejercicio pleno. El Estado peruano ha adoptado el compromiso internacional de alcanzar el “más alto nivel posible de salud física y mental”, es decir, que en teoría, todos los servicios de salud mental deben ser accesibles, pensados para las personas que no cuentan con los recursos económicos, garantizando que llegue a todos los peruanos.
Pero la realidad nos muestra un panorama desalentador, pues la salud mental en nuestro país está en crisis. Según cifras del SINADEF, durante el año 2024 se registraron 14,736 casos de trastornos mentales que van de leves a graves, alcanzando la cifra de 735 casos, y solo en lo que va del año se han reportado 253 suicidios. Estas cifras nos muestran claramente que el Estado no ha comprendido la importancia que tiene el acceso a este derecho, vital para nuestro desarrollo integral y para mantener una normalidad orgánica funcional.
La salud mental se manifiesta a través de comportamientos, actitudes, afectos, valores que, cuando son óptimos, logran integrar a las personas con la sociedad. Además, está íntimamente relacionada con la calidad de vida e implica tanto acción de conservación como de restablecimiento, para lo cual, conforme a lo ya señalado por el Tribunal Constitucional, “debe invertir en la modernización y fortalecimiento de todas las instituciones encargadas de la prestación del servicio de salud, debiendo adoptar políticas, planes y programas en ese sentido”.
Al año, el sector salud invierte no más del 2% del presupuesto en salud mental, es decir, no más del 0.2% del presupuesto nacional, lo cual resulta insuficiente para cubrir los servicios de atención y prevención en los centros de atención comunitarios y de primer nivel.
Asimismo, la atención psicológica en las escuelas implica ver la particularidad de cada realidad social y económica. Nuestros estudiantes se están enfrentando a la violencia escolar e intrafamiliar, la ausencia de interrelación afectiva en sus familias, sumado a la ausencia de apoyo psicológico en la institución educativa, los expone y los hace especialmente vulnerables.
Los trastornos mentales y las discapacidades psicosociales no pueden pasar desapercibidos en nuestro país. Nos estamos acostumbrando a normalizar la violencia. En las redes sociales, los insultos, las amenazas, el cargamontón virtual que existe en la jungla salvaje digital no tiene ningún tipo de control y no enciende las alertas.
Llama la atención el comportamiento de los usuarios de redes como X, compartiendo videos de suicidios, de asesinatos, de agresiones no solo a personas, sino a animales. Lo aterrador de la foto no solo es el hecho de compartirlo, sino que hubo alguien que lo grabó y que, en vez de ayudar a la víctima, prefirió el morbo.
Síntomas de indiferencia, ausencia de empatía con el dolor humano y de compasión que ya no pueden ser ignorados.
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