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Sabiduría práctica

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Fecha Publicación: 05/12/2021 - 22:58
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A menudo escuchamos a los líderes exhortarnos a dar lo mejor de nosotros para poder superar las crisis, sobre todo la económica. La economía no solo se trata de comprar o invertir, debe incluir algo que muy pocas veces encontramos: virtud; esta palabra, quizás anacrónica, debe tener plena vigencia en el mundo actual, en el entendido como aquella habilidad moral para poder hacer lo correcto.

Los clásicos filósofos griegos se refirieron a la sabiduría práctica como la combinación de la voluntad moral y habilidad moral; es decir, una persona debe saber cómo y cuándo hacer la excepción a las reglas; debemos tener la capacidad de saber cómo utilizar las habilidades morales y encauzarlas hacia el cumplimiento de objetivos correctos. Si somos capaces de procesar datos y obtener información, procesemos esta información y convirtámosla en conocimiento; si seguimos en ese camino, procesando el conocimiento llegaremos a obtener sabiduría; esto significa que una persona sabia no nace, se hace. La sabiduría depende de la experiencia, pero no de cualquier experiencia; con el tiempo, llegaremos a conocer lo bueno y lo malo, probando cosas nuevas, muchas veces fallando, pero aprendiendo del error, sin dejar de lado la opinión o el consejo de los que más saben. Se puede decir que no es necesario ser brillante para tener sabiduría; pero, sin sabiduría, la brillantez no será suficiente, terminaremos metidos en problemas.

Como sociedad, nos servimos de una herramienta muy valiosa: las reglas, siempre andamos buscándolas para poder tener un marco de acción; otra herramienta viene a ser los incentivos, en economía se usan muchísimo. Lamento decir que la utilidad de estas dos herramientas tiene corta duración, las cosas empeoran paulatinamente; la habilidad moral se debilita por la dependencia excesiva de reglas, privándonos de la oportunidad de innovar y aprender de nuestras innovaciones; la voluntad moral, a su vez, se ve carcomida por la recurrencia a los incentivos, los cuales rompen nuestros deseos de hacer lo correcto. Sin darnos cuenta, gracias a las reglas y los incentivos, estamos enredados en una lucha contra la sabiduría.

Una idea errada, por cierto, es impartir cursos de ética; como si la ética se pudiera enseñar, ésta se trata -básicamente- del desarrollo moral de las personas. En vez de ello, podríamos referirnos a los ejemplos morales, enalteciéndolos; debemos enseñar a identificar a aquellos héroes morales, reconocerlos, sentirnos orgullosos de ellos, celebrarlos y exigir que las demás personas hagan lo mismo. Existen héroes ordinarios como quienes devuelven los objetos encontrados, algo que no tendría por qué ser extraordinario, es digno de reconocimiento; como personas de bien, es necesario que nos esforcemos por crear espacios donde se fomenten y nutran la habilidad moral y la voluntad moral; debemos comprender que cualquier trabajo en el que interactuemos con otras personas, es un trabajo moral, y como cualquier trabajo moral, depende de nuestra sabiduría práctica.

Quienes tenemos la gran responsabilidad de enseñar, debemos esforzarnos por ser un ejemplo para nuestros discípulos; recordemos -también- que, como profesores, nunca dejamos de enseñar, siempre tendremos la vista puesta en nosotros. Aquellos colegas que tienen una responsabilidad mayor: la educación de los niños, deben enseñarles a respetarse a sí mismos, a respetar a sus compañeros, así como a sus maestros, y lo más importante: respeto por el aprendizaje; al hacer todo esto, todo lo demás será mucho más fácil.
La sabiduría práctica, como virtud, debe estar siempre en la cúspide, pues ella permite que las otras virtudes se pongan de manifiesto en el momento propicio y de manera correcta; a ello, debemos agregarle esperanza, esperanza en que las personas siempre haremos lo correcto. Esta sabiduría está a nuestro alcance, solo es cuestión de prestar atención a lo que hacemos y cómo lo hacemos; en nuestros grupos sociales, asegurémonos que todos desarrollen su sabiduría en vez de suprimirla.

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