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Rosas negras

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Fecha Publicación: 11/02/2025 - 22:30
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Fue hasta hace poco un pueblo fantasma, pero en él crecen las únicas rosas negras que existen en el mundo. Cualquiera diría que se desterraron solas allí –Halfeti, Turquía, provincia de Sanliurfa– para estar regadas por el Éufrates. Pero no. Como escribió Milton, poeta de las rosas: ellas florecen porque florecen. Borges, les ha dedicado varios versos, pero sobre todo uno: “De las generaciones de las rosas / que en el fondo del tiempo se han perdido/ quiero que una se salve del olvido, / una sin marca o signo entre las cosas…”. No se refería a las rosas negras de Halfeti, sino a la bermeja de John Milton, poeta inglés, ciego como él: “…el destino me depara/ este don de nombrar por vez primera/ esa flor silenciosa, la postrera/ rosa que Milton acercó a su cara…”
Milton, el gran poeta inglés tiene un monumento en la capilla de Westminter. Los locos, las horas y las imágenes no sólo dieron título a tres de sus libros, sino una visión estética del mundo que él trasladó al verso, al fonema, a la palabra, al espacio infinito. La vida lo embrujó, pero la rosa bermeja o amarilla le prestó su magia. La misma que Paracelso añoraba tanto en la soledad de su atanor, que la hacía resurgir todos los días de las cenizas. La rosa que una mujer puso en las manos de Mallarmé y que él apretó hasta sangrar. Aquella que Gerard de Nerval soñó y ante la imposibilidad de traerla hasta su propio amanecer, se quitó la vida. Esa flor de flores que Guillaume de Lorris y Jean de Meun, de cuya existencia nada se sabe, vieron florecer en el pecho de una mujer y hacia 1237 escribieron el Roman de la Rose, un poema de veintidós mil versos que es, hasta hoy, uno de los cantos preferidos de Francia.
Las rosas negras tienen ese mágico color por las características químicas del agua del Paraíso que las riega. Se ha intentado hacerlas florecer en muchos lugares, pero no ha sido posible. La oposición natural entre la luz y las tinieblas, enmarca el misterio de las rosas negras floreciendo a plena luz del día. Rosas negras y blancas que, en verdad, significan lo mismo, aunque luzcan contradictorias. “Cultivo una rosa blanca /en junio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca”, dice José Martí. Y añade: “Y para el cruel que me arranca/ el corazón con que vivo/ cardo ni ortiga cultivo/ cultivo una rosa blanca”.
En 1999, las gentes de Halfeti abandonaron sus tierras y sus cosas cuando la presa Birecik del río Éufrates inundó muchos pueblos que estaban en sus márgenes. Los pueblos desaparecieron, pero las rosas no. En estos últimos 25 años, Halfeti se ha convertido en un centro turístico y sus rosas negras han vuelto a florecer. Allí están recordándonos el Paraíso, la aurora inmemorial y el primer crepúsculo, a lo lejos, cuando nos expulsaron y no nos quedó más alternativa que ganarnos el pan con el sudor de la frente.

Jorge.alania@gmail.com

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