Riqueza y confianza
La generación de riqueza es el motor de la economía social de mercado y de los inversionistas. Contar con oportunidades de que a sol puesto habrá retorno, es la mayor garantía en que las personas confiarán en nuestro sistema económico. Por eso, la corrupción estatal y privada es una de las mayores amenazas contra aquello que queremos defender: el libre mercado.
Un negocio en el que el robo de un sector de accionistas se normaliza, y no es sancionado; un empresa en la que se deja de entregar utilidades para usarlas como capital de trabajo o pago de deudas y la empresa no crece, lleva a los propios socios a dejar de creer en las leyes y en la propiedad privada, y muchas veces a oponerse a la privatización de las empresas estatales dada la experiencia sufrida en sus propias compañías, muchas veces familiares.
Es posible que esta sea la razón por la que en distritos como San Isidro y otros de familias linajudas y de antiguos clanes empresariales, haya tanta votación juvenil dirigida a partidos de izquierda e inclusive de izquierda radical, pues han visto a sus padres empobrecerse a manos de su propios parientes y a sus madres por el solo hecho de ser mujeres.
La razón de ser de un negocio es crear valor y obtener beneficios para sus dueños. Esto es una recompensa por el riesgo de invertir y permite al accionista reinvertir en el propio negocio o diversificar sus inversiones, individualmente, en un rubro que le sea más afín. La riqueza acumulada por los propietarios se convierte en un motor para crear nuevas empresas, desarrollar obras sociales, promover actividades de conservación ambiental y de fomento a la cultura.
Andrew Carnegie, uno de los más destacados empresarios e industrialistas del siglo XIX, afirmaba que “La raíz de la prosperidad se encuentra en la capacidad del individuo para hacer algo mejor que lo que se hizo antes”. Esta declaración resalta la importancia de la creatividad y la innovación al tiempo de trabajar para generar dinero y alcanzar el éxito empresarial. Es bastante triste ver en el Perú cómo las añosas empresas familiares han desaparecido o languidecen ante la incapacidad de nuevas generaciones que desconocen el negocio heredado de sus padres o abuelos.
Carnegie tenía corazón de emprendedor, para él ganaban aquellos que se atrevían a ir más allá de lo establecido y se esforzaban por mejorar hasta encontrar la clave para alcanzar el éxito económico.
Otro gran referente de la importancia de generar riqueza fue John D. Rockefeller, uno de los mayores magnates del petróleo de finales del siglo XIX –la “Edad Dorada”– de los Estados Unidos; Rockefeller decía que siempre había estado dispuesto a asumir los retos y abrazar cualquier oportunidad para invertir y mejorar las operaciones de su negocio. Su enfoque era, pues, la búsqueda constante de oportunidades y atreverse a tomar riesgos calculados para crecer su negocio, porque lo que no crece, muere. Así que si su negocio ni le da ni crece, ciérrelo.
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