Retos de la última Mesa Directiva unicameral
Entramos al último año de la unicameralidad con la elección de la Mesa Directiva, la cual tendrá como principal reto la recuperación de la imagen del Congreso. Esto no será tarea fácil por diversas razones.
La primera es que nuestro Congreso sufre de una fragmentación que no permite una predictibilidad en el trabajo legislativo que pueda realizar. Las Comisiones Ordinarias, que son los órganos de estudio de las iniciativas legislativas, estarán presididas por congresistas que, en su mayoría, pretenderán la reelección y estarán tentados a promover la aprobación de leyes con sesgo populista, en la ilusión de obtener la mayor cantidad de votos.
En segundo lugar, la imagen del Congreso ha sufrido un desgaste considerable por asuntos administrativos-políticos y otros ligados al incremento del gasto presupuestal del Parlamento, los cuales, en mi opinión, podrían haberse reducido en su impacto ante la opinión pública con una estrategia de comunicación integral que involucre portavoces de la administración del Congreso y de congresistas de diversas bancadas. Aquí, mi reconocimiento al presidente del Congreso, quien ha estado en permanente contacto con los medios de comunicación, inclusive en situaciones incómodas relacionadas con el quehacer congresal.
En tercer lugar, la recuperación de la imagen del Congreso también depende del costo político de darle sostenibilidad al Poder Ejecutivo, que carece de una bancada parlamentaria, lo cual tampoco ha sido explicado en términos sencillos y repetitivos a la población para que entienda que nada se puede lograr sin estabilidad política.
Sin embargo, creo que el mayor reto de la nueva Mesa Directiva, que será la última de la unicameralidad, será construir institucionalidad en el Parlamento, lo cual implica darle estabilidad y neutralidad al Servicio Parlamentario. Esto se ha ido perdiendo durante los últimos 25 años, donde la política partidaria ha ido invadiendo torcidamente el ámbito del trabajo técnico del Parlamento.
De cara a la bicameralidad, el Parlamento necesita un Servicio Parlamentario donde los cargos de confianza sean designados entre los trabajadores del mismo servicio, en función de la experiencia adquirida, y no por méritos político-partidarios; y, además, que las plazas de técnicos y profesionales sean puestas a concurso público abierto, con una institución de solvencia académica comprobada, y que los ganadores tengan solvencia ética y académica.
El último presidente de la unicameralidad tiene una gran oportunidad de cerrar este capítulo de la historia del Congreso con reformas que superen los mezquinos y enanos intereses de algunos sectores.
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