¡Restauremos pronto nuestro Estado de derecho!
Era cuestión de tiempo. ¡Porque, tarde o temprano, saltaría el escándalo! ¡Mientras más tarde, sería muchísimo peor! Porque el daño sería proporcional al tiempo en que este psicópata continuase operando, solazándose con sus abominables delitos infligidos, mientras destruía la vida y destrozaba el futuro –y el honor– de sus víctimas, abusando de la importancia estratégica de su ocasional centro laboral: la Fiscalía de la Nación, ¡propiedad de todos los peruanos!
Por si ello fuera poco, paralelamente este perturbado mental hacía crecer su figura como la espuma, autoproclamándose paladín de la justicia. ¡Hasta que ayer reventó el globo, y este impresentable quedó retratado como lo que siempre fue: un delincuente! ¡Un malandrín que llegó al colmo de inducir a la muerte a una de sus víctimas, empujándola al suicidio! Nos referimos al dos veces expresidente del Perú Alan García Pérez, impulsado a autoeliminarse mientras su victimario se jactaba de haberlo acorralado, procurando el aplauso de aquella inmunda y cómplice suya comunidad caviar. ¡Eso sí, el victimario continuaba exhibiéndose con su característica sonrisa hipócrita y su lunática personalidad reflejada en los ojos! Hoy, este Robin Hood de la fiscalía de una moral, jurídica, social y económicamente destrozada nación; este mequetrefe que metía y sacaba de las cárceles a quien le daba la gana; este abyecto sujeto que hundía honras gesticulando con unos tics insufribles desde sus labios y ojos; este estercolero conocido como José Domingo Pérez Gómez, reverberado por aquella infecciosa comunidad caviar, finalmente ha caído en desgracia, imputado por la misma Fiscalía de la Nación. La catadura moral de este individuo –en connivencia con gentuza como su partenaire Rafael Vela Barba y jerarcas mayores como Pablo Sánchez Velarde y Zoraida Ávalos Rivera– ha prostituido y envilecido al Ministerio Público del Perú, con la consecuente desaparición del Estado de derecho y la justicia en nuestro país.
Tamaño acontecimiento político lo conoció el país la noche del pasado lunes, gracias al coraje y la tenacidad del valeroso broadcaster Phillip Butters. El origen de este suceso nace del valor de alguna gente honrada que queda –aunque relegada– en aquel ejemplar Ministerio Público que organizó don Gonzalo Ortiz de Zevallos Roel durante el segundo gobierno de Fernando Belaunde Terry, gracias a la iniciativa que quedó plasmada en la Constitución de 1979 y sancionada por el Congreso Constituyente que presidió el líder aprista Víctor Raúl Haya de la Torre.
Nunca más nuestro Ministerio Público debe permitir la presencia de parásitos todopoderosos como Pérez Gómez y/o Vela Barba, sujetos a quienes es menester retirar de la institución. Como tampoco sería dable permitir que, en lo sucesivo, mafiosos como el tal Gustavo Gorriti siquiera se acerquen a las puertas del Ministerio Público. ¡Es tiempo de limpiar nuestras instituciones relativas al sistema judicial! El régimen de transición que preside Dina Boluarte, conjuntamente con el Congreso de la República, debe colaborar apoyando –como contribución patriótica– a la reinstitucionalización del país. ¡Restauremos cuanto antes nuestro Estado de derecho, con miras a las elecciones de 2024!
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